Los deportes mentales llevan acompañando a la civilización durante muchos siglos. Han ido pasando de generación en generación y algunos de ellos se han hecho muy populares. Desde principios del siglo XXI hay una corriente que defiende algunas de estas prácticas, antes consideradas como meros pasatiempos, como disciplinas deportivas intelectuales y reivindican un reconocimiento como sí que tienen otras actividades como podrían ser el fútbol, el baloncesto o el tenis.
Las características de estos son claras y bien definidas: el músculo principal que se ejercita es el cerebro y las partidas están sujetas a una norma y competitividad. Así pues, son varias las prácticas de tablero que se pueden destacar. La que mayor repercusión ha tenido, y sigue teniendo con millones de jugadores activos en redes, es el ajedrez. La acompañan otras que, aunque quizás no tienen un seguimiento tan relevante, mueven mucho público: mahjong, go, damas o póker.
Este último es un perfecto ejemplo de cómo han conseguido llegar a la era tecnológica y hacerse un hueco en ella. Mediante plataformas especializadas que permiten conectar a los diferentes usuarios en torno a una mesa, se ofrecen partidas y campeonatos de dificultad diversa. Y no solo se trata de la facilidad de poder jugar, sino que también hay otros elementos clave para mantener esa popularidad, como la interactividad entre los internautas o la transmisión de conocimiento.
Ventajas de presente y de futuro
Entre lo que pueden aportar los deportes mentales a aquellos que los practican, ya sea en formato físico o digital, cabe destacar la exigencia de memoria que reclaman. La mayoría de los juegos necesitan de un análisis de la situación y cierta capacidad de atención. Por ejemplo, eso se nota en el momento en el que toca escoger entre diferentes estrategias con el objetivo de sorprender al contrincante. En cada jugada, se debería analizar rápidamente las opciones y hacer balance de los pros y los contras.
Numerosos estudios han insistido en que las personas que son habituales a algunas de estas disciplinas suelen tener un mayor coeficiente intelectual, la unidad de medida de la inteligencia. Su explicación se encuentra en el transcurso del juego, pues son varios los ejercicios y retos diferentes que van apareciendo a lo largo de un choque o campeonato de ajedrez, póker o damas. Luego, aunque la vida real es muy diferente y poco tiene que ver con un pasatiempo, hay varios aspectos que pueden trasladarse y facilitar la resolución de problemas o dificultades.
Pese a que no es exclusivo de los deportes mentales, pues hay otras actividades físicas que así lo requieren, estos reclaman poner el foco en una única tarea. Difícilmente veremos en una partida de cartas, por poner un ejemplo, a alguien despistado observando el celular. En los tiempos que corren, donde hay muchas distracciones e inputs del exterior, pensar y centrarse en una única cosa es cada día más difícil de ver. La capacidad de análisis y la gestión de los nervios son las únicas tareas en las que prestar atención.
Socialización y liberación de estrés
La socialización ha sido, en las actividades intelectuales, un arma de doble filo durante muchos años. Por un lado, los encuentros entre jugadores que comparten una misma afición siempre son positivos para compartir espacio y conocimiento. Por otro, con el paso del tiempo, algunos temían que fueran quedando atrás y ese interés se fuera diluyendo. Nada más lejos de la realidad, pues en la actualidad en el campo online disponen de una amplia multitud de plataformas para seguir practicando su juego favorito, a la vez que se está conectado.
Y, aunque pueda resultar difícil de creer viendo el desarrollo de algunas partidas de deporte mental, está comprobado que ayuda a liberar estrés y ansiedad. La tensión está puesta sobre la mesa, ocupando los pensamientos del cerebro plenamente. Mientras las preocupaciones son estas, uno no está pendiente de los escollos que puede haber en el día a día. En definitiva, como sucede también con aquellos que eligen salir a correr o a nadar, son instantes de desconexión de la rutina, para volver a conectar con más ganas y desde otra perspectiva.