Una pérdida sin precedentes, estimada en 164.052 millones de dólares según el tipo de cambio oficial —o 126.425 millones si se utiliza la cotización del dólar paralelo—, refleja la magnitud del retroceso en la participación de los trabajadores en el ingreso.
En términos generales, esta pérdida equivale al doble del endeudamiento promovido por el actual ministro Caputo —el autodenominado «Messi de las finanzas»— durante los gobiernos en los que tuvo injerencia, desde la presidencia de Mauricio Macri hasta la gestión de los hermanos Milei. Mucho dinero, ¿no?
De los 7,7 puntos porcentuales de participación en el ingreso que perdieron los trabajadores, el capital absorbió 2,5 puntos, lo que representa unos 41.000 millones de dólares al tipo de cambio oficial. Esta transferencia de ingresos tiene una magnitud comparable al polémico préstamo que el Fondo Monetario Internacional otorgó a Mauricio Macri, violando sus propios estatutos. Ese préstamo irregular no tuvo otro fin que financiar la fuga de capitales de especuladores financieros afines al gobierno de entonces, y, fundamentalmente, reinstalar al FMI como actor central de la política económica argentina.
Desde siempre, el FMI ha sido un instrumento estratégico de alineamiento geopolítico con Estados Unidos en América Latina, rol que cobra especial relevancia en el actual contexto de disputa hegemónica global con China. En ese marco, el gobierno argentino opera hoy como una pieza clave del dispositivo regional de contención frente al avance chino.
Esta condición de protectorado norteamericano explica tanto la continuidad del respaldo del FMI como las promesas de nuevas asistencias. Mientras tanto, en el plano local, la política económica de Milei y Caputo apunta a congelar este esquema regresivo hasta octubre, para luego profundizar. En definitiva, nada nuevo bajo el sol.
