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viernes, 29 marzo, 2024

María Carolina Baratero: La productora ganadera que trabaja por el reconocimiento del patrimonio cultural santafesino

(Por Mónica Gómez)

Para el que mira sin ver, la  tierra es tierra nomás. Con ese fragmento del poema de Atahualpa Yupanqui, Maria Carolina Baratero nos da la bienvenida al Establecimiento San José ubicado en la localidad de Irigoyen, provincia de Santa Fe. Con esta inscripción, escrita sobre un disco de arado, pintado con los colores de la bandera Argentina y que cuelga sobre un poste de la tranquera en su campo, se vislumbra que para quien habita ese lugar, el trabajo en la tierra no es más que amor y poesía

“En esta casa que era de mis abuelos están mis primeros recuerdos. El campo,  herencia de mi papá, es de casi 100 hectáreas: él fue el único que se quedó a vivir  junto a mi mamá y vivimos los tres hasta que tuve edad para ir a la escuela.  Ellos decidieron la mudanza  a Rosario, era la época del éxodo masivo hacia la ciudad y así fue como toda mi etapa educativa la hice allá. Volvíamos cada fin de semana, él siguió trabajando, la casa también se mantuvo habitada. Nunca me adapté a la ciudad, prefiero el silencio y la tranquilidad. Así que cuando me casé, volví a vivir al campo. Al año, mi papá falleció y como hija única tuve  que tomar las riendas del negocio familiar”, comienza relatando.

Hija nieta de productores, pertenece a la 5ta generación de los que labraron esas tierras las reconoce como parte del legado familiar. Con pasión María Carolina relata sus labores en el campo y en su comunidad: “estamos a mitad de camino entre Irigoyen y Barrancas, mis hijos nacieron y se criaron aquí pero fueron al pueblo a estudiar. Fue una situación  durísima, porque dejaban tanto el ambiente familiar como el rural. Cuando vos tenés que trasladarte al pueblo, si llueve o hay alguna inclemencia del tiempo, se hace imposible. Muchas veces hablamos superficialmente de la inclusión y que cada vez deja a más sectores afuera”.

Maria Carolina es productora  vacuna  y comparte su tiempo entre las labores del campo y el turismo rural.  “Criamos terneros hasta los 180/ 200 kg, que luego llevamos a la feria local para vender. Somos productores chicos que salimos a trabajar todos los días. Mi hijo, Ismael, vive en el campo y junto a Jésica, su esposa, tienen a  Amalia de 10 años. Ella está acostumbrada a la vida rural, también disfruta de convivir con la hacienda, sabe más de los terneros que nosotros. Todo lo hacemos en familia”.

Con el mismo amor que aborda su responsabilidad como ganadera lo hace con otra de sus actividades, el turismo rural: “El proyecto de Turismo Rural en mi establecimiento, nació en la década del 90 cuando no tenía ese nombre: lo llamábamos granja educativa y era un lugar para que los niños de la ciudad conocieran las tareas rurales. Teníamos animales, los esperábamos con una masa grande para pan casero, ordeñaban las vacas, preparábamos el dulce de leche, alguna mermelada y los chicos ayudaban en la huerta. Fue un lindo proyecto que nos trajo mucha satisfacción a todos en la familia”, recuerda.

En el 2011 tuvo la oportunidad de cursar la licenciatura de turismo rural y la perspectiva de trabajo cruzó la tranquera de San José para poner en valor su comunidad: “Irigoyen es patrimonio de la inmigración piamontesa, italianos provenientes de Vercelli: allí formé parte de la comisión de cultura y junto a una museóloga, Esther Camarasa, y con ayuda en la  investigación de Federico Marino, empezamos con la puesta en valor de edificios para armar un circuito de forma que los visitantes conozcan sobre nuestra identidad. El recorrido comienza con el Cementerio de Irigoyen, baluarte  declarado como Primer Museo a Cielo Abierto de la Provincia de Santa Fe. Una de las cualidades más llamativas es que la entrada es la réplica de San Genuario, en Italia. «Continuamos por La parroquia Nuestra señora del Carmen y sumamos la reconstrucción de una escuela rural de la década del 20 que se cerró en los  90”. La escuelita se volvió un espacio de rescate local y de impulso para nuevas ideas con propósitos colectivos: “entre las localidades de la región se conformó una ONG “Un Árbol Más”, que busca la recuperación de corredores biológicos en la zona. También hace 6 años colaboró como promotora en el programa Pro Huerta, en INTA Irigoyen, donde formamos un grupo, Semilleros de Irigoyen, donde producimos semillas locales que luego las intercambiamos. Con ellos plantamos árboles nativos alrededor del predio de la escuelita y así vamos proyectando un espacio de provecho para todos: cuando hay un bien común, todos podemos acompañar”, explica.

El interés y afecto que tiene  por las comunas de su alrededor la mantiene con entusiasmo logrando acciones como la creación de La Fiesta del Chocolate que ya va por su décima edición, declarada Festival Provincial del Chocolate en 2017. Con cariño cuenta su historia: “Por el año 2008 con mis hijas, Celina e Ivana, decidimos instalar una bombonería y pastelería en Barrancas, una localidad ubicada a 10 km del Establecimiento San José. A partir de «Oscura Tentación», nombre que tiene nuestra chocolatería, se inició el «Festival Del Chocolate»¨: es un evento que se realiza cada Sábado de Gloria, previo al domingo de Pascua, y que tiene como finalidad poder brindar un espacio para compartir entre todos: artesanos, gastronómicos, instituciones, familiares y amigos”.

De voz suave con una mirada auténtica y una sonrisa que convida al trato ameno, como de toda la vida, esta productora reflexiona sobre la ruralidad actual: “la gran falencia que tiene el campo argentino hoy es que no haya personas viviendo en el territorio, el hacinamiento en las ciudades tampoco está dando resultado y se trata de decisiones políticas para incentivar el volver, sinó van a ser campos vacíos, sin sentido ni productividad. Suprimir las escuelas rurales resulta una elegante manera de promover el desarraigo: sin la escuela y sin caminos cómo pretenden que la gente eche raíces”.

Carolina concluye demostrando la querencia hacia su terruño: “el producto de la indiferencia hace creer que la tierra es un núcleo productivo donde solo se hacen números, pero en el campo hay vida, hay personas, hay amor y hay respeto por la naturaleza. Está tu historia,  los afectos, el trabajo y las tradiciones”.

Mónica Gómez

 

 

 

 

 

 

 

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