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viernes, 19 abril, 2024

Lucy de Cornelis, el hoy de la mujer que fue un ícono de la lucha agraria de los ´90

(Por Mónica Gómez)

Casi como invitándome a conocerla desde la cocina de su hogar, Lucy desliza una frase con la que me dispone a descubrirla mucho más íntima: “Cuando cocino con harina, me encuentro con Dios”. El jueves pasado tuve la oportunidad de charlar con Lucy de Cornelis, quien fuera la referente del Movimiento  Mujeres Agropecuarias en Lucha, organización que se gestó en los ’90.  Y es, también, quien encabezó la historia de la soberanía de las tierras, desde su propia resistencia. Escucharla y poder disfrutar de sus experiencias  fue de esos placeres que te dejan mucho por reflexionar. Me propuse descubrir más allá de su historia ya conocida, a la mujer que es hoy, producto de la valentía y la lucha colectiva en el pasado. A partir de nuestra charla, la encontré como madre,  abuela,  productora y  como una mujer que aún se mantiene activa, escuchando y atendiendo las necesidades de los pequeños productores.

 Lucy es una de las tantas mujeres que forjaron la historia de nuestro país desde el territorio. La organización que  se inició en La Pampa con la lucha de las mujeres que se disponían a parar los remates de los campos, se convirtió en un movimiento feminista donde la acción  de estas “chacareras” demostraba la fuerza y las capacidades con las que siempre contaron las mujeres rurales. Ellas fueron el puntapié para que la voz de un sector invisibilizado, en el cual el hombre supo ser de portavoz, se alce y genere un cambio.

A 26 años de lo que fue ese 21 de septiembre, donde se formó la “mesa nacional” del Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha, Lucy recuerda esa convocatoria como si fuera hoy. En esa oportunidad  las esposas de los productores que estaban en la misma situación  respondieron de forma espontánea y asistieron representando a las distintas zonas de La Pampa, las provincias de Santa Fe, Buenos Aires, Río Negro y Formosa. La sola presencia del Movimiento generaba una situación solidaria donde las familias en medio de su desesperación por el inminente remate de las tierras, se sentían acompañadas. «Sabían que no estaban solos en su lucha» recordó Lucy emocionada. Estas,  actuaban como esquemas de conocimientos, empatía y movilización, así como también, las largas jornadas de paridades generaban  intercambios emocionales y afectivos que reflejaban el padecimiento general que el campo argentino atravesaba por esos tiempos.

Con 75 años muy bien llevados, Lucy se despierta todas las mañanas y agradece a Dios, de la misma forma que lo hace por las noches. La pérdida de su esposo y las dificultades que su familia a cuenta de la lucha por su ideal de justicia, son  los pesares que lleva con orgullo y tristeza. Es una mujer informada, el vínculo con los nietos, sus hijas y sobrinos la mantiene informada con la actualidad.

Cocina todos los días para su familia. Antes de la pandemia daba charlas en las universidades y  disfrutaba de la compañía de la gente, “encontrarme con la juventud me hace bien”.

Se siente una bendecida, sabe bien que la valentía que tuvo para denunciar estos abusos  del estado y los bancos, desde una pequeña radio en su pueblo, generó un cambio en una época de privatizaciones en donde el productor se encontraba desamparado. Hoy sigue con la misma fuerza y convicción como la que tenía en cada remate cuando se ponía  una bandera de Argentina al hombro y, al sonido del Himno nacional, defendía ese  hogar, a los niños y al proyecto de una nación para todos. Con el movimiento lograron parar centenares de remates y obligaron a recrear políticas de refinanciación pública, “a pesar de todo yo perdí mi casa”

Es una mujer de fe que promulgó su devoción y  reconoce que para ella el nutrirse es vital, “la vida es una lucha porque en ella se aprende constantemente, así que hay que darle pelea a lo desconocido”, afirma que aún persiste esa voz interna que le daba fuerzas y le decía “vos podes” y hoy es la que la conduce a  ser solidaria, a preocuparse por la decadencia de pequeños y medianos productores, por el modelo de producción con agrotóxicos o por los niños de su localidad como si fueran de su propia familia. 

Muchas son las deudas que el estado tiene con las mujeres del campo.  En la actualidad la lucha es amplia y  se refleja en la consolidación de nuevos movimientos  que apelan a las organizaciones para levantar la voz y reclamar por derechos, asentando la construcción del feminismo rural como una ventana a la paridad en un sector históricamente conducido por hombres.

Mónica Gómez

 

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