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martes, 16 abril, 2024

Un psicólogo explica por qué la cuarentena no es sinónimo de angustia

Sebastián Urquijo es Doctor en Psicología e investigador del Conicet y uno de los responsables del proyecto “Evaluación del Impacto Emocional del Aislamiento por COVID-19”.

Investigadores del Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (Ipsibat), se encuentran realizando un estudio sobre el impacto emocional de la cuarentena en las personas, sobre una muestra inicial que supera a más de 17 mil encuestados.

Sebastián Urquijo es Licenciado en Psicología (MP 45.423), Magister y Doctor en Psicología Educacional y es uno de los investigadores a cargo del Proyecto “Evaluación del Impacto Emocional del Aislamiento por COVID-19”.

En una charla con DIB, contó de qué se trata este estudió y sintetizó algunas de las conclusiones principales de la primera etapa del trabajo. Como rasgos generales, según subrayó, podría decirse que la cuarentena “afecta más a los jóvenes con edades entre 18 y 25 años, a las mujeres, a las personas que tienen niveles educativos más bajos, que son sostén de familia y están preocupadas por la incertidumbre de la economía, que no tiene acceso a espacios al aire libre y también a quienes consumen más de cuatro horas por día de noticias acerca de la pandemia”.

Lo que el equipo de investigación evalúa es un cruce de variables, que tienen que ver con la edad, sexo, situación familiar, nivel económico y cultural, contexto en el que vive la persona, para poder estudiar los cambios en los síntomas de depresión, ansiedad y afectividad.

“El estudio lleva, al día de hoy, tres etapas: a los dos días de iniciada la cuarentena, a los 14 y a los 50 días, se recibieron datos de encuestas. Lo que hacemos es monitorear como va variando en la misma persona el estado del ánimo, es decir, hacemos un estudio longitudinal”, preció Urquijo.

Así, señaló que de acuerdo a los datos sistematizados, “los cambios en los niveles de depresión y ansiedad no están asociados exclusivamente al encierro o al temor al contagio” y remarcó que, en general “el encierro en sí mismo no es el único factor que dispara la emociones displacenteras, no es exclusivo, hay otros factores que inciden, como la preocupación por la economía personal, la situación económica del país, la salud de la población en general o el bienestar del personal de salud”.

En esa línea, remarcó que no puede obviarse que “la incertidumbre económica” es uno de los factores que influye en el incremento de los niveles de ansiedad, ya que, según datos del estudio, “hay muchos profesionales liberales y trabajadores independientes, como abogados, artistas, arquitectos, esteticistas, o contadores, que viven de la prestación de servicios y dejaron de facturar, por lo que si no tienen ahorros, les es muy difícil mantener su estilo de vida”.

Urquijo hizo especial hincapié en que, de acuerdo a las franjas etarias, quienes presentaron más cantidad de síntomas de ansiedad o depresión y más intensos, fueron los jóvenes de entre 18 y 25 años y no las personas mayores.

“Las personas mayores de 60 años o más, la mayoría jubiladas, están más acostumbradas a estar en la casa solas, a salir menos, tienen un ingreso que en la mayoría de los casos es poco, pero es fijo, la cuarentena no afecta de forma tan significativa su estilo vida”, describió. “En cambio, la gente joven, de 18 a 25 años, es la que vive afuera, sale mucho, va al boliche o a las previas, hace deporte, se junta con amigos, es la que más ha cambios más drásticos en su vida cotidiana, casi de forma radical”, puntualizó. El porcentaje de jóvenes que informa síntomas moderados o severos de depresión es cinco veces más alto que el de los mayores de 60 años.

Capacidad de adaptación

En los últimos días, se ha instalado desde los medios de comunicación y en redes sociales la idea de que la cuarentena es sinónimo de angustia. Los datos indican que si bien los niveles de depresión han aumentado después de 50 días de cuarentena, el análisis de los ítems que la evalúan, muestra que sensaciones como el llanto sin motivo, la autocrítica, la desvalorización o la falta de interés, han disminuido, mientras que se han incrementado los cambios en los hábitos del sueño, la dificultad de concentración, la falta de energía o los cambios en el apetito. Los indicadores de “angustia” en el sentido coloquial del término han mostrado una tendencia a reducirse.

En ese sentido, Urquijo expresó que “se observa una tendencia de los medios a utilizar de forma sesgada los datos provistos por los científicos, para sustentar lo que quieren mostrar”. Resulta interesante destacar que los datos del estudio muestran evidencias que permiten inferir que también produjo efectos que podrían considerarse beneficiosos, por ejemplo, realizar actividad física en el hogar, meditar, dedicarse a proyectos pendientes, mejorar los vínculos familiares y sociales. Hay gente que se ha visto obligada por las circunstancias a aprender nuevas habilidades, a utilizar la tecnología para comunicarse y entretenerse, la cuarentena no es “mala”. En esa línea, afirmó que “al intentar reducir un proceso complejo como la cuarentena, implementado para cuidar la salud de la población, a ‘angustia’ como un único factor se produce un error que distorsiona la percepción de la situación. No es la cuarentena, sino la pandemia, la enfermedad, a quien debemos temerle. La cuarentena obligatoria ha generado, además de efectos poco deseables, como incrementos leves pero significativos en la depresión, la ansiedad o la afectividad negativa, efectos positivos como el cuidado, la protección, la disponibilidad de tiempo libre, el refuerzo de la interacción familiar”.

El especialista en psicología apuntó además a que esta situación “obligó a la gente a adaptarse a nuevas condiciones y la mayoría se adapta a los cambios, ya que los seres humanos nos caracterizamos por nuestra capacidad de adaptación al cambio, si no enfermaríamos y moriríamos”. 

El investigador concluyó en que “es un fenómeno complejo, inédito y excepcional, con muchas aristas, que desde el punto de vista del comportamiento humano resulta interesante” y añadió: “Obtenemos datos e información para hacer inferencias, podemos confirmar, sobre la base de evidencias, que la cantidad de síntomas y la intensidad de la depresión, ha aumentado después de 50 días de cuarentena, que esos cambios son significativos, pero que la magnitud de ese aumento es muy pequeña”.

Responsables del proyecto

El Proyecto “Evaluación del Impacto Emocional del Aislamiento por COVID-19”  se realiza desde el Ipsibat, un centro de doble dependencia entre el Conicet y la Universidad de Mar del Plata (UNMDP) y asociado a la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC), que depende del Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación tecnológica de la provincia de Buenos Aires.

El equipo está conformado por los investigadores responsables del Conicet, Dra. María Laura Andrés (Inv. Asistente); Dra. Lorena Canet Juric (Inv. Adjunta); Dr. Fernando Poó (Inv. Adjunto); Dr. Sebastián Urquijo (Inv. Principal); los becarios doctorales del Conicet Mg. Macarena del Valle; Lic Hernán López Morales; Lic. Juan Ignacio Galli; Lic. Rosario Gelpi Trudo; el becario doctoral de la UNMDP, Lic. Matias Yerro Avincetto; y la investigadora de la UMDP,  Lic. Florencia Bortolotto. (DIB) AR

En las redes

Se puede encontrar material publicado por los investigadores en las redes sociales:

Twitter: @impactoemocionalcovid19

Instagram: @impactoemocionalcovid19

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