(Por Mónica Gómez)
En el mes de octubre se inicia la cuenta regresiva del año, también se empiezan a sentir las temperaturas ideales para ponernos al día con los deportes al aire libre y disfrutar del sol. El clima acompaña y, aunque el cansancio del recorrido del año pesa, lo que se percibe en las calles es de una cálida renovación. Este es un mes de agasajos y conmemoraciones importantes para las mujeres del mundo: llegan a recordarnos que nunca es tarde para tomar conciencia de las luchas femeninas.
Cada año, el 19, se celebra el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, fecha que se establece para afianzar el compromiso de toda la sociedad en contra de este mal. El objetivo es sensibilizar a la población con un mensaje clave: la importancia de la detección temprana a fin de diagnosticarlo a tiempo y salvar las vidas de las mujeres que lo padecen.
Asimismo, a nivel mundial, la Asamblea General de la ONU estableció el 15 de octubre como el Día Internacional de las Mujeres Rurales, con el objeto de reconocer el trabajo de la mujer y su contribución en el desarrollo de ese ámbito. Esta fecha es una oportunidad para revalorizar las labores y el esfuerzo cotidiano de aquellas que transitan este medio. El trabajo duro de la tierra, las tareas de crianza y el cuidado de la familia y la promulgación de la soberanía y la seguridad alimentaria surgen a partir de esta cuarta parte de la población mundial invisibilizada.
Pero no solo se trata de un motivo de celebración sino de una jornada de trabajo, reflexión y evaluación del camino que debemos seguir todos aquellos involucrados en la ruralidad.
Este día nos interpela cada vez más sobre las facultades y las necesidades que tiene la mujer rural, pero… ¿Quiénes son las mujeres rurales? ¿A quiénes llamamos así? Hace 2 años, en Saladillo provincia de Buenos Aires, se gestó un encuentro de mujeres que dio lugar a la organización Mujeres Rurales Argentina, la cual reúne de todo el país a aquellas que transitan la ruralidad desde distintas líneas de acción. Es así que, desde M.R.A. se nuclea a muchas mujeres que orbitan, transitan o viven en este sector.
Oriunda de 9 de Julio, Andrea Vultaggio es esposa del administrador de un establecimiento ganadero y dueña de un corralón de materiales para el agro. Las circunstancias de la vida hicieron que esta mujer sea partícipe indirecta de la producción agrícola ganadera de su localidad: “No vivo en el campo, vivo en la ciudad, trabajo y mi esposo trabaja a partir de la tierra”. Así lo reconoce Andrea quien se siente parte del mundo del agro.
La diversidad y la congruencia que lleva a formar parte de un grupo que se nutre en las diferencias es un claro ejemplo en la construcción de un feminismo rural. “Viví a la par de las problemáticas del campo: las inundaciones, las siembras y las cosechas, los avances de las tecnologías, los trabajadores golondrinas, las épocas de las sequías; cómo pareja de un empleado y en el corralón quedo profundamente involucrada» remarca ella.
En M.R.A. conviven y debaten productoras, extensionistas, comunicadoras agropecuarias, esposas de empleados rurales, profesoras de universidades, maestras, profesionales de la agroindutria y otras trabajadoras que aportan una mirada global sobre la lucha que debe encauzar este sector relegado para lograr una inclusión feminista. “Escuchando las realidades de otras, uno tiene una mirada mucho más amplia, se puede debatir y no convierte a la lucha en una cuestión representativa ni partidaria para crear una alternativa plural desde el punto de vista de las mujeres” dice Andrea, con admiración hacia este espacio.
«En el interior es muy común que la gente esté atravesada por la ruralidad, los pueblos son pequeños y con el campo hay una convivencia directa» concluye esta comerciante de 47 años que forma parte de esta organización porque cree en la posibilidad de construir la resiliencia con todas las voces, fomentando un desarrollo colectivo e inclusivo: sean agricultoras, asalariadas, empresarias, docentes o las que formen parte de la ruralidad de nuestro país.
