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miércoles, 24 abril, 2024

El 60% de los argentinos tiene sobrepeso

Chau a «moderar la porción», mejor comer comida real.

Según datos de la 4ta. Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, hoy el 61,6% de los argentinos tiene exceso de peso. La obesidadafecta a más del 25% y el sobrepeso casi al 40%, con graves consecuencias para la salud cardiovascular.

En los últimos 15 años la población con obesidad aumentó dos tercios, hoy afecta al 25% de los argentinos y el sobrepeso casi al 40% , con graves consecuencias para la salud cardiovascular. Pero surge la duda: ¿hay que combatir la obesidad agresivamente o atender más a otros factores de riesgo? 

La Federación Argentina de Cardiología promueve un nuevo enfoque que sugiere que la acumulación de grasa es la respuesta natural del organismo a la “dieta industrial”: ¿Sigue siendo válida la estrategia de exigirle “moderación” al paciente? ¿Qué otros caminos hay?

No existe ninguna duda sobre la asociación entre la obesidad y la enfermedad cardiovascular y sus factores de riesgo. En línea con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la mayoría de las sociedades médicas, la Federación Argentina de Cardiología (FAC) «promueve de manera activa desde hace años la concientización acerca de la necesidad de un cambio de hábitos en toda la sociedad, desde la familia hasta las industrias y las instituciones del Estado, a fin de que desde la niñez y la adolescencia cada chico pueda tener el derecho a una alimentación saludable, ya que es esa la única manera de evitar la aparición de los factores de riesgo cardiovascular crónicos en la adultez, cuando en general ya es demasiado tarde”, afirma el Dr. Jorge Camilletti (Mat. N° 110356), presidente de la FAC.

Si bien los factores genéticos inciden, mantener durante años una alimentación excedida en grasas saturadas e hidratos de carbono simples refinados (harinas), pocas frutas y verduras, sumado a la falta de actividad física, son un combo fatal que tiene como resultado sobrepeso, obesidad, presión arterial elevada, diabetes tipo 2, exceso de triglicéridos y colesterol.

Aunque suene apocalíptico, esa es la dieta que hoy por hoy constituye un factor común de toda la humanidad

Pero no pasa solamente por una cuestión estética, el más perjudicado es nuestro  sistema cardiovascular: los infartos y ACV se han convertido en pocas décadas y por lejos la primera causa de muerte prematura y discapacidad. 

La Federación Argentina de Cardiología afirma que sería un grave error seguir “culpabilizando” al paciente con sobrepeso por el estado de su salud, «como si el galopante crecimiento epidemiológico de la obesidad en todas las sociedades industrializadas obedeciera en realidad a una pandemia de falta de voluntad de la gente por bajar de peso». Todo lo contrario, en estos últimos años la sociedad está más obsesionada por la imágen y adelgazar. 

La FAC también afirma que «la estigmatización no produce reducción de peso», hay que tener en cuenta las condiciones de vida de las personas en lugar de hacer foco en el «estilo de vida» , porque «no todos pueden elegir comer platos gourmet y jugar golf por las tardes”.

Si nos dejamos llevar por los prejuicios, el principal condicionante de la salud sería, el entorno socioeconómico de las personas, por supuesto que es innegable que las posibilidades de elegir están afectadas por el poder adquisitivo y por la accesibilidad de los alimentos, entre muchos otros factores. 
Sin embargo la epidemia global de obesidad crece incluso en países y en entornos con mayor ingreso por habitante, y esto, sumado a la investigación biomédica más reciente, dió como resultadonuevos enfoques médicos que incluso se replantean qué es la obesidad: “Acumular grasa es un mecanismo adaptativo con el que el organismo en realidad se defiende de un entorno como el que actualmente se ha creado a raíz de la dieta industrial, de la comida ultraprocesada que nos impulsa a comer más y más y que ha logrado quebrar los circuitos regulatorios naturales del ciclo del hambre y la saciedad”, explica el Dr. Esteban Larronde, médico especialista en Cardiología (N.P. 3329 – Prov. de Neuquén) Secretario Regional de Prensa y Difusión de FAC.

Las estrategias de control de peso basadas en la “moderación” y en ingerir “la porción justa” siguen siendo las
más habituales, “porque son funcionales a las estrategias comerciales de muchas empresas muy poderosas e influyentes del mercado alimenticio, que no solamente viven estimulando el consumo a través de la publicidad y la oferta permanente en todas partes, sino que además influyen, en muchos casos, en la comunidad médica a través de especialistas de referencia y del financiamiento de estudios científicos”, sostiene este especialista.

En países como China, donde hay menos obesidad y a pesar de su genética no propensa a formar tejido
adiposo, desde que los alimentos comenzaron a industrializarse, la gente muere antes por problemas cardíacos y ACV.

Según el Dr. Larronde, el caso de China «muestra claramente que la obesidad es un síntoma del trastorno que la dieta industrializada produce en el organismo, y que el verdadero problema es ese síndrome metabólico, porque es lo que destruye la salud cardiovascular, aunque no se manifieste como obesidad”. 

Descubierto en la década de 1980, el concepto de “síndrome metabólico” fue cobrando cada vez más importancia en la medicina cardiovascular: agrupa al conjunto de los factores de riesgo crónicos –obesidad abdominal, alteración de los lípidos, colesterol LDL alto, resistencia a la insulina, descontrol de la presión arterial y de los niveles de azúcar en la sangre– que actúan de manera conjunta e interrelacionada incrementando el riesgo de infarto, ACV, enfermedad renal y otras patologías, además de deteriorar la calidad de vida y acortarla.

Para el Dr. Alcalá, en cambio, “la obesidad es una causa de infarto no tratada”, y el problema es que la lucha contra la obesidad no ha sido aún lo suficientemente agresiva: «Es evidente que la que está enferma de obesidad es la sociedad”.

Para el especialista neuquino, creer que este problema se soluciona enseñándole a la población –especialmente cuando ya ha entrado en el círculo del aumento de peso– a consumir alimentos ultraprocesados “con moderación” es una peligrosa ilusión, porque la dieta industrial desequilibra completamente nuestro organismo. «Se nos dice que somos obesos porque comemos mucho y nos movemos poco, pero lo cierto es que la gente no es dueña de comer menos y moverse más, y que para el cuidado de la salud cardiovascular es necesario cambiar los alimentos que consumimos, y ese cambio es difícil, lleva mucho tiempo e incluye al entorno social”, asegura el experto.

Entonces el problema no es la persona, sino la sociedad y el gobierno que no exigen que las opciones saludables sean las más accesibles y fáciles de seguir.

La Federación Argentina de Cardiología concluye: «La única manera de cuidar la salud de los argentinos es lograr
que, desde el entorno familiar y escolar, los niños y jóvenes puedan acceder a una alimentación más saludable y adquirir el hábito fundamental de la actividad física, a fin de gozar del derecho de llegar a la vida adulta sin que la
sociedad les imponga la carga de los factores de riesgo ya instalados, atentando silenciosamente contra su salud y
contra su calidad y esperanza de vida».

Principales características de la dieta industrial:

  1. Menos alimentos “vivos “o “crudos” con alto contenido en “agua biológica”, pocas frutas, verduras y hortalizas, a menudo desnaturalizadas por la excesiva cocción, por las técnicas de conservación u otras técnicas culinarias agresivas.
     
  2. Sustituir el agua natural por refrescos, azucarados, gasificados, con productos aditivos químicos y por una gran variedad de bebidas alcohólicas. En el agua que actualmente se consume se detectaron múltiples sustancias contaminantes como antibióticos, pesticidas, etc.
     
  3. Los cereales están excesivamente refinados, perdiendo su condición de “vivos”. Se eliminaron las variedades ancestrales y se modificó su material genético, cambiándolas por variedades más productivas.

    Como resultado, tienen menos fibra natural y  brote germinal. Esto, a su vez, prolonga la fecha de caducidad.

  4. Los alimentos tienen un índice glucémico cada vez más alto, que eleva en exceso el nivel de glucosa en la sangre ocasionando un aumento de insulina luego de las comidas y otras alteraciones metabólicas que conducen a la acumulación de grasa en el tejido adiposo, así como el aumento de sustancias pro-inflamatorias en los diversos órganos.
     
  5. La composición de los ácidos grasos de la dieta se altera, por reducir el consumo de ácidos grasos poli-insaturados y mono-insaturados y el aumento de los ácidos grasos saturados. 

    La alimentación industrial del ganado hizo que las carnes contengan niveles muy altos de grasas saturadas, lo cual no sucedía antes cuando los animales se alimentaban naturalmente. Es decir, se están criando animales gordos y sebosos, con más kilos por unidad, con fines exclusivamente comerciales. Estas grasas saturadas, grasas  “trans” u otras grasas artificiales, todavía no han sido bien estudiadas y podrían no ser bien toleradas por el organismo humano.

  6. Mayor porcentaje de proteínas en la dieta, el aumento del contenido proteico en la alimentación altera el equilibrio ácido-base con tendencia a acidificar el medio interno, lo cual favorecería la depleción de calcio y el aumento de sus necesidades basales.

    Los sistemas enzimáticos del organismo, no están adaptados a tanta proteína, por lo que se producen bloqueos enzimáticos. Asimismo podría haber una sobrecarga del sistema de excreción renal  y la interferencia de proteínas extrañas en el sistema inflamatorio e inmune.
     

  7. La aplicación de las nuevas técnicas industriales desnaturalizan muchos nutrientes. Por ejemplo, el calor excesivo ocasionado por la pasteurización o el cocimiento excesivo de los alimentos o las frituras intensas o el calentamiento por los aparatos de microondas, etc. Estas macromoléculas modificadas o alteradas, podrían no ser bien asimiladas o utilizadas por el organismo y al no poder eliminarlas, podrían “ensuciarlo” e inducir reacciones inflamatorias o auto-inmunes.

    Destacamos el refinado de los aceites, que ocasionan la pérdida de antioxidantes y de sustancias anti-inflamatorias, que son destruidas o modificadas, pudiendo convertirse en peligrosas, cuando su elaboración se realiza a altas temperaturas.
     

  8. Comer conservas o alimentos embotellados que fueron sometidos a técnicas de conservación.
    Antiguamente se utilizaban conservantes naturales con moderación, que permitían alargar la vida de los alimentos, como la salmuera, los adobes, los encurtidos, los escabeches, los ahumados, el secado, etc.
    Pero actualmente se embotella casi todo, perdiendo en su proceso gran cantidad de nutrientes, alterándolos y convirtiéndolos preferentemente en alimentos energéticos.

(Urgente 24)

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