24 Ene 2025
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Nueve de Julio

Rincón literario: Algunas historias de abuelas

(Por Marisa Chela)

La abuela y nosotros en el jardín

Tal vez fue el paisaje quien te escondió

Detrás de las guirnaldas de hojas frescas.

A vos te gustaba ir por las mañanas al jardín,

creo que te atraía el perfume de sus flores preferidas,

era como verla, sentir su aroma, abrazarla.

Cerrabas los ojos y ahí te quedabas con los demás sentidos alertas.

Tal vez la veías venir,

Como un cristal muy fino, frágil,

y no querías que se rompiera en mil pedazos,

el aire podía llevársela muy lejos y no era justo.

Esas ilusiones que se toman entre las manos como un tesoro.

La brisa se convertía en viento suave y la abrigabas con tus brazos

cubriéndola de amor.

Para la abuela eso significaba que estaba entre nosotros,

por eso vos ibas y nosotros te seguíamos

escondiéndonos detrás de los arbustos del jardín

porque vos tenías miedo que esa imagen en tu recuerdo se asustara

y se diluyera, como se diluyó su voz esa mañana.

A mi no me cuenten historias de abuelas y nietos,

porque yo las sé casi todas,

son historias inolvidables.

 

 

Contaba los pétalos de cada margarita que le robaba a mi abuela del jardín cuando no me veía. Me habían dicho que era una señal de amor y a mi ese chico me encantaba.

  • Me quiere mucho, poquito o nada
  • ¿Qué hacés mi niña?
  • Regando abuela – siempre tenía a mano la regadera roja que me habían regalado para mi cumpleaños.

Ella se acercaba y me miraba con una sonrisa pícara que nunca supe si se refería a la gracia que le daba verme regar, o me había espiado entre los matorrales de achiras que crecían como en manada y de todos colores. Eran plantas altas, mi abuela me había dicho que podían crecer hasta tres metros y lo estaba comprobando.

Tenía muchísimas especies de plantas en su jardín, y de todas sabía mucho. Las mantenía hermosas porque las cuidaba muchísimo, protegiéndolas de los insectos y las malezas, y no dejaba pasar la oportunidad de ir explicándome todo. Yo creo que ella quería que yo heredara ese amor por las plantas porque veía que a mamá no le llamaba la atención. Hizo con esta enseñanza como un caminito de hormigas, despacito, lento, paso a pasito. Como el caminito de hormigas del jardín, que noche tras noche le comía alguna especie. ¡Dios santo! Cuando llegaba el día y veía tal atropello a su creación … (fragmento)

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