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jueves, 25 abril, 2024

«La baja institucionalidad obliga a una alta sensatez»

(Por Lic. Marianela López) 

El “armado electoral”, es decir la conformación de alianzas y de las listas de candidatos, ha cobrado una importancia significativa (e incomprensible) en las últimas semanas. Las principales planas de los medios de comunicación se encuentran dominadas por el juego de los actores políticos que despliegan sus estrategias en un escenario signado por reglas laxas que cualquiera se siente con derecho a reformar o transgredir.

Como sociedad vivimos momentos difíciles, de una complejidad tan significativa que cuesta ver una salida en el corto o mediano plazo. La profunda crisis económica y social por la que atravesamos nos coloca en un lugar de extrema vulnerabilidad. Con la sensibilidad a flor de piel muchos argentinos esperan ejemplaridad de la clase política y exige que estemos preocupados por el desempleo, por el constante incremento del costo de vida, por la falta de seguridad, por los problemas habitacionales y por los inmorales índices de pobreza.

Pero una observación (no necesariamente muy detenida), de la realidad nos devuelve una imagen de un juego político anómico, con actores que se mueven por un interés individual y en donde la especulación parece ser la herramienta más utilizada. El resultado esperado de este juego no debería generar sorpresa alguna, por el contrario, hasta podemos anticiparlo. Llegaremos al final de este proceso lúdico con alianzas electorales devaluadas, con candidatos pocos creíbles, con escasas propuestas para solucionar los graves problemas de nuestro país y con un nivel de confusión sobre el electorado como nunca antes hemos visto.

Algunas características del escenario actual

El actual escenario político y electoral presenta algunas particularidades que profundizan la complejidad del mismo: 1). Ausencia de una verdadera y significativa reforma política, alcanzada con elevados niveles de consenso sociopolítico; 2). Imprevisibilidad del marco normativo, sujeto a cambios constantes según intereses de unos pocos; 3). Bajos niveles de transparencia en el financiamiento de la política; 4). Partidos políticos debilitados incapaces de organizar la vida política y brindar sentido de pertenencia y de representación social; 5). Un escenario polarizado entre “el malo” y “el peor” y sectores políticos independientes de los polos pero incapaces de construir una alternativa democrática y republicana que devuelva la credibilidad al sistema; 6). Un electorado desilusionado, cansado de promesas que nunca se materializan y con poco nivel de exigencia que se conforma con elegir al “menos malo” y 7). Una clase política más preocupada en ganar elecciones que en generar mayorías serias y coherentes que garanticen la gobernabilidad futura.

Es hora de pensar y “parar la pelota”

De un sistema político se espera claridad, previsibilidad, confianza y transparencia, entre otros atributos. Lejos estamos que nuestras normas políticas garanticen al menos uno de esos requerimientos. A una semana de registrar las alianzas electorales y a menos de un mes de inscribir las candidaturas, aun reina la incertidumbre de las reglas de juego. Colectoras si o colectoras no. Hasta hace poco más de un mes estaban permitidas, luego fueron prohibidaspor decreto presidencial (y conveniencia política) y ahora nuevamente la especulación sobre si volverán a estar permitidas o no.

Quizá, frente a la laxitud de las reglas del juego, los jugadores deberían autoimponerse algunos límites, alcanzar acuerdos y asumir compromisos entre adversarios que garanticen la institucionalidad necesaria para jugar este partido sabiendo que gane quien gane va a necesitar de todos para poder gobernar. Quizá llegó la hora “de parar la pelota”, asumir el compromiso de respetar el “reglamento de juego” sin hacer modificaciones sobre la hora y esperar que el que gane por cantidad de goles también sea el ganador del “fairplay”.

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