15 Dic 2025
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Nueve de Julio

Florencio Romero: La historia del productor ganadero veterano de la guerra de Malvinas

(Por Mónica Gómez)

Por los que ya no están, por las palabras perdidas en la guerra o en la paz, por las voces calladas, por los miedos al olvido. Por los que, hasta hoy, hacen silencio y por los que sufren al recordar. A 40 años de la guerra, nuevas historias de excombatientes salen a la luz; Malvinas es un fragmento de la historia Argentina que vivirá en la memoria colectiva.

 

El suboficial Mayor, retirado, Florencio Romero, nació en el pueblo Perugorría, Corrientes. Como parte del arma de infantería, en su juventud luchó en las islas. A pesar de lo vivido, hoy se dedica a la ganadería junto con su esposa, Berta Rafaela Romero, y recuerda su historia con orgullo. Con apenas 20 años, el cabo primero Romero, dejó la ciudad de Mercedes, Corrientes para emprender camino por 2502 km y así cumplir  servicio en uno de los episodios más duros de nuestra historia.

 

El camino hacia Malvinas

 

“Soy un veterano de guerra independiente, no integró ninguna asociación pero mantengo una gran hermandad con muchos de mis compañeros de combate. Siento que la sociedad actualmente nos reconoce y con el tiempo fue valorando nuestra tarea al servicio de la patria”, cuenta orgulloso Romero. Para él, la responsabilidad y el desafío de enfrentarse en una batalla era ya una situación a la que como militar debía someterse: “estuve destinado en el Regimiento de Infantería 12, General Arenales, con asiento en la ciudad de Mercedes, Corrientes. Sobre la guerra me enteré por la radio, el  mismo 2 de Abril. Me desperté de madrugada para ir al regimiento, llegamos a la unidad, había una revolución, nos dijeron que la compañía B, la mía,  era la primera que se iba a alistar para ir a Malvinas. En ese tiempo mi señora estaba embarazada y mi hija nació cuando yo estaba en las islas”.

 

Romero pertenecía al Rol de Combate de la Compañía Infantería B, La Florida, en la sección de apoyo, a cargo del teniente Fernando Lopez; junto al encargado de sección, el sargento Julio César Ibañez,  viajaron como formación del grupo antitanque de la compañía B. Desde ese regimiento partieron a la guerra más de 700 soldados y 33 fueron los que no volvieron.

 

El viaje comenzó el 14 de abril. La unidad, casi completa, partió en tren desde la estación de Mercedes hacia Paraná: “El jefe dispuso que pasemos por la estación de la ciudad para ver a las esposas y los familiares saludándonos desde el andén”, relató Florencio. La despedida, en esa oportunidad, fue con algarabía y congoja, como se ve reflejado en muchos registros periodísticos. Allí las familias y  parte de la población, se reunieron para ver partir a aquellos que se disponían a luchar en una tierra lejana, con más dudas que certezas pero con el fin de servir a su patria.

 

Desde Paraná el regimiento partió camino hacia las islas en un Boeing 707 sin asientos. “Estuvimos aproximadamente unos 4 días;  el 20 de abril partimos a Caleta Olivia donde permanecimos 3 días más. Finalmente el  24 recibimos nuevamente una orden de embarcar inmediatamente desde Río Gallegos hacia Malvinas. La noticia fue tomada con alegría por aquellos que ansiaban presentarse al combate. El soldado está preparado para eso, para asumir la misión  y no dimensiona la magnitud del peligro hasta que no está frente a él”, reflexiona.

Romero recuerda que el primer vuelo lo conformaron una sección de tiradores y una de apoyo, en la cual él se encontraba y parte del pelotón comando de la Compañía del Regimiento. Iniciaron vuelo  el 25 de abril a las 00.10 y llegaron a la 01.00 a las islas y, así, los días subsiguientes arribó la brigada completa.

“Pasamos la primera noche al borde de un campo minado. Iniciamos, al otro día, una marcha a un lugar predeterminado por el jefe de unidad, con toda la brigada, para ocupar una posición.  15 km caminando con el bolso porta equipo encima. Tomamos conocimiento de nuestra posición asignada y, esa misma noche, recibimos la primera situación de combate, con alerta desembarco de los comandos anfibios inglés. Más tarde se nos informó que los mismos fueron capturados por las tropas comando argentino. En esa misma noche se produce el primer enfrentamiento donde murió el soldado Pérez y hieren al sargento Bazán”. Vicente Ramón Pérez es el único soldado, de los 35 muertos que tiene el regimiento 12, que está enterrado en el continente. Su cuerpo descansa en la ciudad de Mocoretá de la provincia correntina. “Fue la primera baja de nuestro regimiento, yo mismo vi su ropa ensangrentada”, recuerda Florencio.

 

“30 de abril, ocupamos el lugar Monte Ken, a 45 km de Puerto Argentino, estábamos fuera de cualquier alcance porque en las islas, además, de que era un terreno agreste y  frío, no había forma de que nos llegase abastecimiento. Por este motivo comíamos una vez por semana. Si bien estaba prohibido, matamos ovejas para alimentarnos”.

 

Los primeros días de combate la compañía B pasó a ser la Fuerza de Tarea Solari, como reserva helitransportista. El 28 de abril se realizó el desembarco helitransportado a Puerto Darwin, para reforzar y contraatacar. Las tropas que estaban defendiendo en primera línea ya combatían a cortas distancias. “El intenso fuego de artillería recibido causó varios heridos durante la operación de tomar contacto con el Jefe de Regimiento y ocupar las posiciones. Penosamente dejamos a una sección en el camino, ya  que no teníamos cómo transportar a ese personal, debido a las bajas de los helicópteros”. En esa situación Florencio sufrió la pérdida de uno de los integrantes de su pelotón, el soldado Julio Romero. Y, continúa: “Ahí se dio el combate de 36 horas que duró hasta el 29 de mayo. Llegamos hasta el límite de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. A  50/100 mts durante la noche y, en el día, recuperábamos las posiciones”. Romero relata la dura y extensa lucha de las tropas argentinas.  Esa fue la  Batalla de Darwin y Pradera del Ganso: “combatimos entre la picardía y la heróica lucha de los soldados que, con los Pucará caídos, hacían de artillería móvil. Cuando nos entregamos prisioneros, nos preguntaban dónde estaban las otras piezas de Artillería y, solamente, eran tres cañones que ardieron fuego hasta quedar candescentes los tubos. Ahí se podía escuchar la bravura de los soldados correntinos al grito del sapucai, eso nos impulsaba a todos a seguir. Tuve miedo, si, pero cumpliamos con una orden y teníamos un pueblo por el cual responder”, reconoce el ex combatiente.

 

Las prendas ensangrentadas, la escasez de comida, las órdenes de despliegues, los sonidos de disparos, los cráteres que dejaron las bombas en la tierra, los enfrentamientos de noches, de día, el viento, el frío, ese primer enemigo, estas  son las referencias recurrentes en la historia que el ex combatiente expresa: “Después de la rendición,  participé, junto a otros camaradas, de la recuperación de los muertos en el campo de batalla. El 14 de junio, cuando comenzaba el mundial, nosotros llegamos al astillero Río Santiago. El 20 de junio volvimos a la ciudad de Mercedes. En la estación me cuentan que había nacido mi hija, me dirijo a conocerla a ver a mi familia y, al día siguiente, tuvimos que volver a la unidad, había tareas por realizar”.

 

Durante las patrullas, el combate y las heladas noches, Florencio no dudo en reparar en  la diferencia de Malvinas con su Corrientes amado: «nos cambió totalmente el panorama de aquellos que salimos del litoral, donde venís con ropa dispuesta para ese clima y llegamos a un lugar donde hacía mucho frío, estábamos preparados hasta nuestro cuerpo para las zonas cálidas y de llanuras» y continua:en la guerra no vi cometer actos de indisciplinas, todos tenemos miedo, todos tenemos ganas de rendirnos, pero la camaradería y el acompañamiento pudo sostenernos. Soldados, oficiales y suboficiales estábamos en una guerra dispuestos a pelear por nuestra nación. Nos preparamos para la batalla pero todos deseábamos la paz”.

 

 

Su sueño cumplido

 

Junto a su esposa Berta llevan adelante el proceso de reactivación productiva del campo que, hace tres meses, adquirieron, ubicado en San Luis del Palmar, a 24 kilómetros de la Ciudad de Corrientes Capital: “provengo de una familia rural, me crié en el campo y, por cuestiones escolares, alternaba entre el pueblo y la ciudad. Desde chico me gustaba escuchar las marchas militares y sentí el llamado a ser un soldado”, cuenta. “Mi señora también viene de una familia de campo, tenemos la misma pasión, nos casamos muy joven y somos padres de tres hijos, Cintia, Silvina y Marcelo, quien es oficial del ejército, somos abuelos de 9 niños que son la razón de nuestra vida”.

Florencio es el primer hijo de la familia Romero, cuenta con un hermano y sus padres, los dos, con más de 80 años, han sido quienes transmitieron el respeto por el trabajo de la tierra: “la pasión por la ganadería estuvo desde siempre, mi madre tenía su cabezas, mis recuerdos más significativos de la niñez eran en el campo, en Curuzú Cuatiá”.

 

Florencio concluye: “Mantengo un profundo cariño por el pueblo Mercedeño, incluso los animales estaban en un campo de la zona cuando inicie con la ganadería. Me quedaba muy lejos y por una situación particular tuvimos que buscar un campo para independizarnos de la sociedad que habíamos constituido. Fue un destino que siempre cobijó al personal militar: eran sus hijos que iban al combate y hay que  reconocer el profundo dolor de aquellos que perdieron a sus familiares. Fuimos a una batalla confiando en nuestra fuerza. Realizábamos ejercicios de maniobras, donde jugábamos a la Guerra, pero yo tuve la experiencia en el conflicto con Chile. Y, estar desplegado en frontera en Río Gallegos, por 3 meses en las posiciones a la intemperie, es una experiencia que muchos soldados no tuvieron. Estar en una guerra, con otras temperaturas a las que estás acostumbrado, fue algo que nunca pensé vivir”.

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