5 Dic 2025
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Claves para entender el nuevo mapa electoral

Por la redacción de Semanario Extra

El resultado electoral del domingo marca un punto de inflexión en la política argentina. Un triunfo de La Libertad Avanza, con Javier Milei a la cabeza, que sorprende no tanto por su magnitud, sino por el contexto que lo rodea. El escenario era, en principio, todo lo contrario a favorable para el oficialismo. Escándalos, críticas por la gestión económica, desajustes sociales y un peronismo que parecía haber dormido en los laureles del 7 de septiembre. Sin embargo, el resultado fue claro: Milei ganó, el peronismo sufrió y el país se encaminó, una vez más, hacia una polarización profunda que parece definir el futuro inmediato.

La polarización como motor de la victoria

La victoria de Milei no es casual. Si algo caracteriza este proceso electoral es la polarización extrema entre dos bloques antagónicos: uno que se agrupa en torno a la figura de Javier Milei y su discurso libertario y otro que, más dividido que nunca, busca mantener la hegemonía del peronismo en la arena nacional. La apuesta del libertario por la individualidad de su figura, sin grandes alianzas ni estructuración territorial robusta, no solo logró convertirse en un fenómeno de masas, sino que también se tradujo en un sólido respaldo en el Congreso.
Frente a una oposición peronista débil y fragmentada, Milei se consolidó como el nuevo líder de un antiperonismo moderno, impulsado por un electorado que antepone el miedo a la debacle económica sobre cualquier otra consideración ideológica. Un voto que, como un reflejo de las tensiones sociales, muestra una sociedad dispuesta a apostar por la estabilidad económica, aún a costa de renunciar a los principios de justicia social que tradicionalmente reivindicó el kirchnerismo.

El peronismo, entre la fragmentación y la inacción

El peronismo, en su versión más reciente, ha demostrado que sigue sin poder superar las tensiones internas que lo atraviesan desde hace años. La disputa entre el cristinismo, el massismo y los diversos actores provinciales ha dejado al partido en una posición vulnerable. A pesar de contar con un aparato territorial impresionante y una base electoral que sigue siendo significativa, el peronismo no logró conectar con el electorado nacional en esta elección. Ni Axel Kicillof ni otros nombres fuertes lograron consolidar un proyecto político que fuera más allá de las divisiones internas y de las tensiones con el ala más progresista del Frente de Todos.
El resultado electoral parece dejar claro que el peronismo está atrapado entre dos problemas fundamentales: la falta de un proyecto nacional que convoque a la unidad, y el agotamiento de una narrativa que, si bien fue eficaz durante más de una década, ya no logra seducir a un electorado más joven y desencantado. El peronismo tiene aún un 30% de respaldo, pero ese porcentaje está lejos de ser suficiente si no sabe cómo ampliarlo hacia otros sectores más allá de sus tradicionales bastiones.

La fractura del «centro» y la crisis del voto moderado

La gran apuesta de los gobernadores moderados, como el radical Maximiliano Pullaro en Santa Fe, por una “ancha avenida del medio”, vuelve a fracasar. Este sector político, que intentó representar a aquellos que rechazan tanto a Milei como al kirchnerismo, se encontró con una polarización política que se profundiza cada vez más. No hay lugar para matices en un país tan dividido, y las propuestas de consensos o acuerdos amplios, como las que promovió Provincias Unidas, quedaron relegadas.
La fragmentación del voto intermedio, lejos de dar lugar a una nueva alternativa política, ha terminado por fortalecer a los polos opuestos. La polarización no solo es una estrategia, sino un fenómeno que parece haberse convertido en la única lógica posible en un país donde el 40% de la población se siente atrapada en un conflicto sin salida.

El desinterés político, la gran deuda de la democracia argentina

A medida que las urnas revelaban los resultados, otro fenómeno se hacía evidente: la abstención. Casi doce millones de argentinos decidieron no votar, lo que representa alrededor de un tercio del electorado. Este dato debería ser motivo de reflexión para todos los sectores políticos, pero en lugar de analizar el fenómeno, muchos prefieren mirar para otro lado. El ausentismo no solo es una muestra de desinterés, sino de desconexión profunda con el sistema político. En los barrios más pobres, en las provincias más marginadas, la política tradicional parece ser una conversación ajena.
Este bloque silencioso, compuesto en su mayoría por jóvenes y sectores precarizados, no se siente representado por ninguna de las opciones tradicionales. El desinterés no es solo un signo de desafección; es la consecuencia de un sistema político que ha sido incapaz de escuchar sus necesidades y demandas. La falta de propuestas concretas para resolver sus problemas económicos y sociales ha llevado a un alejamiento que, de no ser atendido, puede seguir creciendo.

El factor internacional: Trump y la economía como refugio

Si algo ha marcado este ciclo electoral ha sido la influencia de factores externos en la toma de decisiones. El respaldo de figuras internacionales, como el ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha sido un respaldo implícito a las propuestas de Milei, especialmente en lo relacionado con la apertura económica, la estabilidad monetaria y la lucha contra el «populismo». El temor a una crisis desatada en caso de una derrota del oficialismo hizo que muchos votantes priorizaran la opción de la estabilidad económica que propone Milei, incluso a costa de una identidad ideológica difusa.
En ese sentido, la propuesta de un «dólar estable» y una política económica orientada hacia la ortodoxia financiera se consolidaron como la principal oferta para una parte importante de la sociedad, que ve en la figura de Milei un escape a los temores de una nueva crisis.

Un nuevo escenario político que llegó para quedarse

Las elecciones de octubre no solo confirman el ascenso de Javier Milei como figura central del panorama político argentino, sino que también reflejan la profunda polarización que atraviesa a la sociedad. Un país dividido en dos bloques principales, con una creciente fragmentación del voto y una democracia que enfrenta, en paralelo, la desconexión de amplios sectores populares.
De cara a las elecciones presidenciales de 2025, el gran desafío para todos los actores políticos será entender que, si bien la polarización puede ser un factor de movilización, también es una bomba de tiempo que amenaza con desbordar los límites de la democracia misma. Mientras tanto, el voto de los desencantados y desinteresados seguirá siendo una de las grandes asignaturas pendientes de un sistema político que se sigue alejando de aquellos a quienes debería representar.

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