¿Por qué el campo ganó más en 2015 que hoy bajo Milei? Un análisis comparativo de la rentabilidad agrícola entre dos modelos económicos opuestos
La campaña agrícola en la zona núcleo y sur de la provincia de Buenos Aires —el corazón de la agricultura argentina— arranca entre mayo y junio con la siembra de cultivos de invierno (trigo, cebada, avena, entre otros), y finaliza con la cosecha de verano (soja, girasol, maíz) al año siguiente, en mayo y junio. Hoy, al iniciar un nuevo ciclo agrícola, los resultados económicos para los productores son negativos, impactados principalmente por tres factores clave:
· Arrendamientos agrícolas que se mantienen altos debido a la escasez de tierras disponibles.
· Precios de insumos, controlados por pocas multinacionales con fuerte concentración.
· Gasoil caro, que eleva los costos de fletes y labores.
En este escenario, sobreviven las empresas agropecuarias integradas, donde la producción agrícola es solo una parte de un negocio más amplio que incluye fletes, labores, acopio y comercialización.
Además, la financiación se volvió una trampa: los bancos y multinacionales ofrecen créditos con tasas del 40% anual, anticipando un dólar que podría superar los 1600 pesos después de las elecciones. El productor debe elegir entre créditos en pesos con altas tasas o créditos en dólares con riesgo cambiario.
Paradójicamente, la rentabilidad ya no se genera en el campo, sino en el escritorio, invirtiendo en fondos comunes, dólar MEP u otros instrumentos financieros. Esta realidad genera debates: productores con experiencia aconsejan evitar endeudarse y asociarse estratégicamente, mientras jóvenes productores y asesores vinculados al gobierno impulsan el crédito en dólares, siguiendo el modelo liberal.
El problema no son las retenciones, es el modelo
Para entender mejor esta crisis, comparemos dos modelos económicos radicalmente distintos: el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en 2015 y el actual de Javier Milei, tomando trigo y soja como ejemplos.
· En 2015, las retenciones eran más altas (23% en trigo y 35% en soja) que las actuales (9,5% y 33%, respectivamente), pero la rentabilidad fue tres veces mayor que la proyectada para 2025, considerando rendimientos similares.
· A pesar de que en 2015 los precios internacionales de trigo y soja eran entre un 20% y 30% más bajos que hoy, los productores ganaban más.
Esto demuestra que ni la baja de retenciones ni el aumento de precios internacionales benefician directamente al productor. La mayor parte de esa renta extra la capturan los dueños de la tierra y las multinacionales vendedoras de insumos.
¿Quién se quedó con la renta agropecuaria en la última década?
· Propietarios de tierras, que aumentaron los alquileres un 20%.
· Multinacionales, que subieron los precios de insumos un 70%.
· Petroleras, que encarecieron el gasoil, elevando costos de transporte y labores.
En conclusión, una baja de retenciones sin una reforma integral —que incluya regulación de alquileres, control de precios de insumos y segmentación progresiva de retenciones según tamaño y momento de venta— no mejora la rentabilidad real del productor.
El libre mercado actual ha generado un aumento constante de costos, mientras que la rentabilidad efectiva fue mucho mayor bajo gobiernos “populistas” que hoy, bajo un modelo liberal que promete “libertad” pero traba a los productores con altos costos y financiamiento oneroso.





