13 Dic 2025
21.7 C
Nueve de Julio

Yanina Smerling: “Elegí vivir en el campo para comprometerme con la comunidad”

(Por Mónica Gómez)

Yanina vive desde hace 8 meses en Rincón del Pintado, provincia de Santa Fe, una pequeña población rural con más de 100 años de historia. Esta santafesina, nacida en la ciudad capital, se levanta antes de las 6 de la mañana. Pone la pava, prepara el mate y fija la mirada sobre  la ventana de la cocina, con vista al horizonte, mientras se despierta el sol.  Esos minutos previos, en silencio, al inicio de la orquesta familiar matutina, la llenan de vitalidad. El esposo, Mauro Rotschy, se acerca para acompañarla en el desayuno, con el tiempo prudente que ella requiere para disfrutar de la calma que trae el amanecer en el campo.

“Nos mudamos en agosto de 2021. En principio fue un  proyecto personal en el cual mi marido, amorosamente, me acompañó. Hoy no concebimos vivir en otro lugar, es el anhelo de toda la  familia”. Ella necesita sentir la quietud de la tierra, el brotar de los árboles y el cantar de las aves de cada jornada.

“Siempre quise establecerme dentro de una comunidad rural para crear lazos fuertes, como experiencia de vida y de desarrollo social”, cuenta Yanina. Y, desde que llegó a este nuevo hogar, el deseo se hizo realidad.

Hace 3 años vendieron su vivienda en la ciudad y se radicaron en el campo. Recorriendo esta zona, qué tanto me gustaba, encontramos una vivienda en un pequeño predio de media hectárea. Lo maravilloso del hallazgo es que la casa fue la primera escuela rural  en Rincón del Pintado y, después, funcionó como un viejo boliche donde los vecinos se reunían. La gente nos relata las anécdotas y uno se remonta a esos tiempos con amor. Sentir que nuestro hogar es parte de la historia de la gente, nos cautivó” explica con mucha satisfacción.

 

Criada entre tranqueras

 

“Desde muy chiquita estuve en contacto con el medio rural porque mi padre conducía la FUNDACIÓN FRANCISCO BERTOLINO, que funcionaba como escuela agrotécnica en la localidad de Pueblo Casa. Además tengo un arraigo muy fuerte por esta zona que fue mi primer amor y  contacto con las prácticas rurales: después del secundario empecé a estudiar veterinaria, conocí a mi esposo y, a mis 20 años, me mudé a Esperanza, a 4km de aquí, donde comencé mi relación con las tareas agropecuarias, como la cría de búfalos. Me quedó grabado a fuego esos momentos de mi juventud”, comenta Yanina que, con 42 años,  lleva adelante el incipiente proyecto de una chacra productiva, sustentable y social.

El deseo por volver donde fue feliz la motivó a plantear un modelo de vida al que su esposo y sus hijos,  Simón de 11 años y Sara de 6, se sumaron con el mismo entusiasmo que Yanina tenía por la vida rural, abandonando la ciudad, el confort y las amistades anteriores.

Ya establecida la familia se pusieron manos a la obra para comenzar con la granja agroecológica y el almacén de ventas: “Estamos en pleno proceso de ejecución, aun así, requiere de sus tareas diarias y de mucho empeño. Tenemos un grupito de 42 gallinas de pastoreo que producen huevos libres de jaula. Están en un ciclo rotativo: se mueven por el parque de la casa, con una red; solamente entran al Refugio a la hora de la noche o si hay una tormenta”, cuenta entusiasmada.

Las ventas se realizan en el sector donde estaba el viejo boliche. “Reflotamos el almacén y lo bautizamos Aguyje, que significa ser agradecido desde el idioma guaraní. Ofrecemos huevos, verduras y conservas, que hacemos con el excedente de la huerta, panificados y lo producido por las artesanas locales. También invitamos al público a la experiencia de  cosechar sus propias frutas y vegetales”, explica Yani, quien se siente muy orgullosa por su huerta Agroecológica.

Yanina comenta que una de las ventajas de esta vida más plácida,  es ser parte de una vecindad rural  a la que reconoce como un espacio donde se puede trabajar por un interés común: “desde que llegamos nos abrimos a nuestros vecinos, participando de esta ruralidad hermosa donde la cooperación, el compañerismo y la organización es clave y vital. La comunidad nos ha abierto sus brazos de una manera increíble, eso lo sentimos desde el primer momento y estamos devolviendo día a día un poquito de ese amor con el cual nos recibieron. Estoy trabajando con mujeres rurales, acompañando a aquellas que tengan alguna iniciativa y no sepan lograrlo, con las huertas de las escuelas, de forma sustentable”, explica.

Lejos de los miedos previos ella cuenta que los chicos fueron los primeros agradecidos por el cambio a la ruralidad. “Un día íbamos por un camino, ellos andando en bici y yo a la par de ellos, y mi nene mayor me dijo: fue lo mejor que hicimos mamá, habernos venido a vivir al campo”. Y yo lo siento así. Ellos crecieron de golpe, andan mucho más en bici, van a la escuela solos, queda a 700 mts de la quinta. Tienen que hacer un esfuerzo más para ciertas cosas, están aprendiendo una realidad que es bastante diferente a la que estaban acostumbrados y son parte de la tierra, de la naturaleza”.

La zona es, principalmente, tambera, en concordancia al deseo de Yanina: “la producción tambera es mi área por excelencia. Estudié la licenciatura en administración rural y después la tecnicatura en producción primaria de leche y me dediqué a la gestoría del pastoreo racional, lo cual es mi afición. Trabajo en la Fundación Bertolino hace más de 17 años, soy docente, hago la parte de gestión de recursos productivos y, también, la parte administrativa de la escuela y me dedico a hacer extensión en agroecología”, informa.

Esta pareja propicia la experiencia del encuentro de los visitantes con la naturaleza en torno a la quinta y el almacén, donde, a futuro, brindarán talleres ligados a las necesidades de la comunidad: “la idea era que no sólo sea una vivienda familiar sino un lugar productivo, de intercambio abierto para el aprendizaje juntos, con la tierra, para poder ver cómo se produce el alimento dentro de una ruralidad que piensa en el futuro de nuestros hijos y nietos. Que mantenga el espíritu de la escuela y del boliche, que sea un lugar de encuentro donde los vecinos se junten como antaño. Es difícil, lo sé, pero queremos que el  crecimiento no solo sea nuestro sino de todos, en búsqueda de una ruralidad organizada, cooperativa, que te eduque en lo humano como ser social y productivo”, concluye Yanina,  invitando a todos a conocer su rincón en el mundo.

Últimas noticias

Luis Moos: “La ética no se predica, se practica”

Por los votos obtenidos el último 7 de septiembre, el espacio de La Libertad Avanza (LLA) se consolidó sumando...

Noticias relacionadas