(Por Mónica Gómez)
Madre e hijas unieron a toda la familia para llevar adelante una pequeña producción de alcaparras en el pueblo tandilense de Gardey. La localidad colmada de historia, ubicada a 27 km de la ciudad de Tandil, es el sitio que Silvina Martini y su esposo Fredy Käser eligieron para iniciar su retiro una vez jubilados de sus respectivas profesiones. Después de vivir en la ciudad, el matrimonio decidió refugiarse en la zona rural, mudándose a una chacra de veinticinco hectáreas llamada La Rinconada.
Una vez establecidos, Silvina expresó su deseo de dedicarse a la tierra y de allí surgió la producción de alcaparras con agregado de valor. “El emprendimiento es familiar en conjunto con mi hija Eliana y su esposo Leandro, aunque ellos aún continúan con sus trabajos y los niños y mi marido también ayudan”, explica Silvina.
Confiesa que la primera condición fue tener una producción que pudieran llevar adelante entre ellos y que no requiriera demasiada mano de obra. Decididos por esta planta de origen mediterráneo, adquirieron 2.500 plantines en Santiago del Estero: “los compramos a Dr. Ángel Rico quien había desarrollado un híbrido partiendo de las variedades Tondino y Espinos, que no tiene espinas para que la planta sea más manejable”.
El primer paso para Silvina y Eliana ya está sorteado: la adaptación de las plantas fue buena y en la hectárea donde crecen desde hace cuatro años los rindes fueron muy alentadores. “Aunque en volumen fueron variando tenemos la convicción que serán abundantes. Esta producción joven e incipiente depende mucho del clima. Necesita mucho sol y entre el invierno extendido y las heladas, los frutos obtenidos se ven afectados”, cuenta Eliana.
Por su parte, Silvina agrega que “actualmente hay plantas que ya tienen alcaparras. Pero el año pasado en una semana de enero recolectamos 8 kilos y en febrero empezamos con 300 gramos. Sabemos que será un desafío pero trabajamos para lograrlo”.
Este cultivo se da como alternativa para los espacios pequeños; si bien la cosecha comienza luego de dos años de implantado, varía en cantidad y en el tamaño de los frutos.
Las alcaparras y los alcaparrones son un alimento que se consume desde la antigüedad; en la actualidad se incorporaron a la dieta en múltiples preparaciones. “Tienen una aceptación impresionante en el mercado, y la ventaja es que hay una gran demanda y no hay muchos productores en la zona ni en el país”, comenta Silvina.
Este fruto es una pequeña explosión de sabor en el paladar y su gran virtud es que cada productor tiene la ventaja de ser partícipe en toda la cadena de valor del mismo.
“En mi casa se consumían pero mucha gente ni siquiera lo conocía, así como tampoco a los alcaparrones que los preparamos en una solución agridulce y quedan con un sabor diferente a la alcaparra: a las personas les gusta más y acompañan perfectamente las picadas o ensaladas”, informa Silvina.
Eliana, encargada de las ventas, comenta que algunos gastronómicos de Tandil la ayudaron con la difusión de su proyecto sumando las alcaparras en sus platos o promocionándolas: “de a poco y también gracias a ellos, la gente va conociendo el producto y las formas de consumo. Ya tenemos nuestro club de fans que nos quitan los frascos de la mano cuando salen a la venta. Para nosotros es gratificante la aceptación de los consumidores y nos enorgullece introducir algo nuevo en la zona”, concluye Silvina.
Gardey, el pueblo tandilense en el que se estable está producción, el pasado 20 de noviembre, sus silenciosas calles -solo interrumpido por el canto de los pájaros y el soplar del viento de los Álamos-, se animaron gracias a la Fiesta de la Empanada Artesanal. Durante todo el día, esta localidad ideal para una escapada se vistió de fiesta en conjunto con el Día de la Soberanía Nacional. Las ferias en la plaza principal coronada con shows en vivo cerraron una edición de la celebración que mostró el encanto y la hospitalidad de su gente, el atractivo más significativo para disfrutar.
IG: @alcaparras_la_rinconada
