Por Juan Manuel Jara
Hace poco más de un año, la llegada de María José Gentile a la Intendencia significaba un cambio de aire para una gestión que, despues de 8 años, estaba desgastada, desganada, mirando con desesperación al referee esperando que pite el final del partido. La de Mariano Barroso terminó siendo una gestión de puertas cerradas, literalmente. Después de las restricciones impuestas en tiempos del Covid, las puertas de acceso a la Municipalidad se mantuvieron cerradas salvo una, la de servicio, hasta el 10 de diciembre del 2023. Toda una simbología. Una de las primeras medidas de Maria José fue, justamente, abrirlas de par en par. Para refrescar, ventilar, que salga el tufo a encierro.
Pero esa bocanada de aire fresco rápidamente se transformó en un aire pesado, espeso y enturbiado a medida que avanzó el primer año de su administración. Pronto, esas sonrisas, esa buena onda, se fue apagando. El escenario había cambiado. Los errores propios, algunos dignos de amateurs, se fueron encadenando. A la gestión se le empezaron a ver los hilos. Es justo decir que varias, la mayoría, de las cuestiones que salpicaron el primer año de MJG en el poder venían de la gestión anterior. Claro, de la cual ella fue parte durante los ocho años que duró, en distintos puestos, el último el de de Jefa de Gabinete (con un claro objetivo de visibilidad electoral) lo cual la deja en una posición incómoda: Opción 1- Sabía que pasaban cosas: Cómplice / Opción 2 – No sabía que pasaban cosas: ¿Para qué estaba?.
Además de esto, un Concejo Deliberante que dejó el “modo escribania” cuando el oficialismo perdió no solo la mayoría sino el poder de fuego político dentro del recinto, sumado a una oposición que tuvo nuevos actores. La llegada del bloque de La Libertad Avanza con Luis Moos y Sol Ormaechea al HCD, para sorpresa de todos, terminó siendo esa bocanada de aire fresco que se esperaba de MJG. Después de una campaña con tintes bizarros, alguna que otra polémica, pasada la contienda electoral y con los roles ya definidos, nadie hubiese imaginado que fueran ellos quienes terminaran marcando la agenda política dentro y fuera del recinto. El ir a fondo, caiga quien caiga vino a sacudir la estructura que, según se escucha decir a varios que transitaron lo pasillos del Palacio Municipal en distintos momentos desde le 2015, era la del “club de amigos”. De la misma manera obligó a los otros bloques opositores y a sus referentes a subirse al tren, lo quisieran o prefiriesen quedarse a la espera del próximo, cómodamente apostados en el andén. A riesgo de que no haya otro y quedarse de a pie, se subieron.
Los tropezones y obstáculos de este primer año de gestión Gentile ha expuesto algo grave: la intendente no tiene equipo que la respalde. A falta de una figura que sirva las veces de “paragolpe político” como en su momento lo fue Paolo Barbieri para Barroso, Gentile quedó expuesta en su soledad. Y basta ver que cada vez que se hizo público un tema picante (Tierras, Nandi, Jueza de faltas condenada, etc) nadie salió a dar la cara por ella. Desde la renuncia/recambio (por cuestiones propias y ajenas) de Victor Altare en julio del 24, no hay Secretario de Gobierno, el puesto del cual depende, por organigrama, la mayor parte del funcionamiento del Municipio. Y por más que por un decreto desde agosto esas funciones las absorbe temporariamente la Jefa de Gabinete, Joselina Rodríguez, controvertida figura, lo cierto que no sale a dar la cara en defensa de su Jefa. Tampoco Julio Bordone, titular del HCD, intendente interino cuando Gentile se ausenta, como ocurrió, por ejemplo, cuando la oposición hizo publica el Nandi-gate. Hubo que esperar que la propia Intendente, que estaba de vacaciones programadas, regresara seis días después y diera una serie de entrevistas, explicando lo inexplicable, graficando una suerte de “Narnia” que ni siquiera era la que espera traspasando la puertas del placard.
La realidad es que en esos seis dias nadie de los suyos salió a poner la cara por ella. Esa situación se repitió otras veces. Y el Nandi-gate aun no terminó. La Reina está expuesta a cualquier ataque. Politicamente inentendible estando detrás de ella Mauricio Vivani, el digitador en las sombras, el padre de la victoria electoral y también de este desaguisado político que nadie imaginó llegase a extremos como los que alcanzó en este primer año de gestión. Acostumbrado a tejes y manejes, al rosqueo, la figura del ex diputado provincial hoy es más en una pesada mochila para la gestión que una ayuda.
El autopercibido “equipazo” aparece en fiestas populares y para fotos en las redes sociales. Ahora, cuando las papas queman, cuando hay que salir a poner la cara por la Intendente, defenderla, se borran. La doctrina “Felipe Sola”, la cual dicta como hay que hacer para sobrevivir mucho tiempo en el poder, parece estar más vigente que nunca.
Cultores de la táctica del avestrúz que esconde la cabeza en la tierra mientras dura la tormenta o el peligro, fervientes seguidores del grondonista “todo pasa”, y acostumbrados a que, llegado el caso, las cuestiones se freneban en el HCD con la maniobra del “gatito chino saludador”, el oficialismo empezó a sentir que le entraban las balas. Y lo peor, en varias ocasiones, esas balas vinieron de fuego amigo. Como cuando el HCD en su conjunto, bloque oficialista incluido, votó un repudio a la misma Intendente. Histórico. Insisto, inentendible sabiendo quien está tras bambalinas. ¿Se le habrá mojado la pólvora?
El discurso de apertura de sesiones ordinarias dejó en claro varios de estos aspectos y, lo más grave, la culpa es del otro, sea Milei, Kicillof, concejales, oposición, la tormenta del año pasado, la de ahora, los vecinos. El mundo contra mi. ¿Autocrítica? Cero. Y hay rumores. Existen. Desgaste, cansancio, confesiones de quincho, tristeza, llantos, interna. Entendible, lejos de un primer año deseado o soñado. Es Maria José. Pero no es ella sola. Es ella y su entorno, ese triángulo pesado que creyó tener la vaca atada. Pero la vaca se le escapó. El ternero parece que también.