La inminente liberación de los fondos del blanqueo vuelve a concentrar la atención del mercado cambiario. Se trata de unos 20.000 millones de dólares que, una vez vencido el plazo de inmovilización de las cuentas especiales, podrían comenzar a circular y redefinir estrategias de inversión. La magnitud del monto despierta expectativas, pero también cautela, porque su impacto sobre el dólar no está escrito de antemano.
Según estimaciones privadas y fuentes financieras confiables, esos fondos corresponden en su mayoría a blanqueos por montos inferiores a los 100.000 dólares, que debían permanecer inmovilizados hasta el 31 de diciembre. Ese límite temporal está por cumplirse y abre un interrogante clave: hacia dónde se dirigirán los dólares cuando queden disponibles. En el mercado se repite una misma pregunta: qué harán los tenedores de esos fondos una vez que recuperen plena disponibilidad.
El contexto, advierten operadores, es distinto al de los meses previos a las elecciones, cuando se observó una dolarización de carteras mucho más marcada. Hoy el escenario es menos lineal y más condicionado por las expectativas de rentabilidad. Parte de esos fondos ya habría obtenido una ganancia estimada en torno al 20% en dólares, de acuerdo con cálculos privados, lo que introduce un incentivo a reinvertir en lugar de volver a la caja de seguridad. En ese marco, en la plaza financiera se considera poco probable que el dinero quede simplemente inmovilizado.
Entre los destinos posibles aparece el sector inmobiliario, especialmente si se avanzara en cambios impositivos que mejoren su atractivo. Mantener los dólares ociosos también implica riesgos, en un contexto de inflación elevada en Estados Unidos, por lo que el “ladrillo” vuelve a aparecer como una alternativa, sobre todo ante la expectativa de eventuales alivios tributarios, como una eventual reducción o eliminación de Ganancias sobre los alquileres. Bonos y acciones también figuran entre las opciones en análisis para quienes busquen obtener una tasa real positiva, aunque todo depende de las señales que emita el Gobierno.
Desde el oficialismo, la intención declarada es orientar esos recursos hacia el crédito productivo. Sin embargo, en el sector privado señalan que faltan incentivos concretos para canalizar ese flujo de dólares hacia la economía real. En ausencia de estímulos claros, parte de esos fondos podría volcarse a estrategias financieras de corto plazo, como el carry trade, con el riesgo de generar presión adicional sobre el tipo de cambio.
En el plano fiscal, el panorama sigue siendo incierto. No hay plazos definidos para una reforma tributaria de fondo y el Gobierno parece haber concentrado su capital político en la reforma laboral, mientras se habla de una simplificación impositiva gradual y acotada. En ese contexto, los 20.000 millones de dólares del blanqueo se mantienen como una incógnita abierta: un volumen capaz de apuntalar inversiones y actividad o, si predominan las estrategias defensivas, de reactivar tensiones en el mercado cambiario.





