por Juan Flores Belaúnde
Disculpe que lo llame así, pero no conozco su nombre, y creo saber por qué lo oculta; para su arriesgada misión de cazador editorial, necesita el anonimato que le brinda su guarida boscosa y siempre nevada. No obstante, y siguiendo con alusiones zoológicas, parece que saltó la liebre, dado que se lo nota muy consustanciado con los contenidos de la primera nota del 24/7. Entiendo que pueda compartir con el autor una línea editorial, o haya reaccionado por “espíritu de cuerpo”, pero algún zorro con cierto olfato sospecharía que usted mismo la escribió, lo cual no tiene nada de malo. Sólo resulta llamativa su afición al incógnito.
Yendo al grano, le diré que me gustó su editorial, y que le agradezco los conceptos que me reconoce, como también aquellos en los que seguramente estoy equivocado. Su respuesta me pareció equilibrada y bien intencionada para el debate constructivo.
Son muchas las cosas que usted menciona en la comparación de décadas que me gustaría revisar brevemente, y tratar de determinar cuáles factores son por causa del modelo actual, y cuales ya existían antes, y si perduran o no en la actualidad.
De todos los factores que usted menciona, veo tres que claramente juegan en contra del campo en el momento actual: El costo de combustibles, la falta de financiamiento atractivo en pesos, y el aumento de alquileres agrícolas. No soy especialista en esto, pero al liberarse los precios de gasoil y otros, éstos quedan más atados al mercado mundial del petróleo, y antes, el estado regulaba puertas adentro para amortiguar las subas. Esto se enmarcó dentro del subsidio a las tarifas de energía, en gran parte responsable del agujero fiscal del pasado. Respecto al crédito, reitero que la emisión excesiva y la constante depreciación del peso, favorecieron los créditos a tasa negativa (muy por debajo de la inflación), y alguien al final del día pagaba la diferencia (el estado, o sea todos nosotros). Los alquileres agrícolas han venido aumentando, dependiendo mucho de cada zona, campo y otros factores. La tierra es un bien escaso y los arrendatarios que los trabajan no los quieren “soltar”.
Usted menciona como ventaja del 2015 un “tipo de cambio favorable”; no sé a que refiere, tal vez al desdoblamiento crónico del dólar (brecha), buscando contener la suba de inflación y la pérdida de reservas (junto con la ayuda del Cepo). Hoy existe un tipo de cambio único (para exportación y otras operaciones), que no puedo decir si está atrasado o no, será análisis de especialistas. Y se salió parcialmente del cepo. En el mismo párrafo, usted dice que antes había “costos más estables” y que hoy están dolarizados. En realidad, muchos costos del campo están dolarizados desde hace varios años (semillas, fertilizantes, químicos etc), con lo cual la estabilidad de los mismos depende obviamente de la volatilidad del tipo de cambio.
Como se puede ver, el panorama es complejo, sin contar lo climático. Y no sólo para “los jugadores chicos que no negocian en igualdad de condiciones”; también para grandes jugadores, más asociados a “la concentración”, como los desafortunados casos de Los Grobo, Agrofina y Surcos.
A modo de conclusión, tal vez coincidiremos que el modelo sojero argentino está en una crisis profunda, por cuestiones internas derivadas de sus altos costos, y por razones externas, principalmente determinadas por aumento en la oferta mundial del poroto.
Por último, estimado Lobo, no me queda claro si coincide conmigo en lo inaceptable de las retenciones, o está de acuerdo con una segmentación progresiva de las mismas, porque en su editorial afirma ambas cosas.





