Más de 2,4 millones de personas en Argentina tienen más de un empleo. El fenómeno, lejos de ser una excepción, se expande entre trabajadores formales y afecta especialmente a mujeres. La pérdida del poder adquisitivo vuelve insuficiente incluso al empleo registrado.
Según datos oficiales y relevamientos privados, uno de cada ocho ocupados tiene dos o más empleos. La sobrecarga horaria, la informalidad y la precarización se combinan con salarios que no alcanzan para cubrir la canasta básica. El pluriempleo se consolida como un fenómeno estructural y transversal en la economía argentina.
Una estrategia que se convierte en necesidad
Trabajar más para compensar ingresos que ya no alcanzan. Esa es la realidad de más de 2,4 millones de personas en la Argentina. El pluriempleo, una práctica cada vez más extendida, deja de ser una opción o una vía de desarrollo profesional, y se convierte en una estrategia de subsistencia.
El caso de Carlos, empleado estatal con 15 años de antigüedad, es ilustrativo: después de su jornada en la administración pública, maneja un vehículo de transporte por aplicación y lleva adelante un pequeño emprendimiento. Aun así, asegura que no logra cubrir todos sus gastos. Como él, Micaela y Esteban –también con empleos formales– deben sumar actividades paralelas para equilibrar sus economías personales.
El fenómeno no es aislado. Según el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), en el último trimestre de 2024, casi el 30% de los ocupados trabajó más de 9 horas diarias. De ellos, el 45,6% son asalariados registrados. La carga horaria por puesto aumentó un 4% en promedio, y un 5,2% entre trabajadores formales.
Cuando el salario no alcanza
Uno de los factores centrales detrás del pluriempleo es la pérdida del poder adquisitivo. Informes del Banco Mundial indican que, en Argentina, el salario promedio perdió cerca del 40% de su valor real entre 2016 y 2023. Hoy, un asalariado promedio cubre dos canastas básicas; en 2017, cubría más de tres.
La economista Lourdes Rodríguez Chamussy, del Banco Mundial, advierte: “La vulnerabilidad del empleo hace que los ingresos no sean suficientes, incluso para los que tienen trabajos formales”. Y añade: “Eso genera pérdidas de productividad y afecta el rendimiento económico a nivel país”.
El ingreso laboral continúa siendo la principal fuente de sustento de los hogares, pero su deterioro empuja a millones a buscar fuentes complementarias. Según el “Índice de pobreza del ingreso laboral”, cada vez más trabajadores se encuentran por debajo de la línea de pobreza aun con empleo formal.
¿Quiénes trabajan más de una vez?
Tradicionalmente, el pluriempleo se asociaba a sectores de altos ingresos, que buscaban diversificar actividades. Hoy, se observa un aumento sostenido en todos los estratos socioeconómicos, especialmente entre trabajadores de ingresos medios y bajos.
Entre 2016 y 2023, el 10% de los ocupados tenía más de un empleo; en 2024, la cifra trepó al 12%. El crecimiento es más pronunciado entre asalariados registrados que entre informales. Además, la incidencia es un 83% mayor entre mujeres, que enfrentan con más frecuencia condiciones laborales parciales, inestables y peor remuneradas.
Los investigadores del CONICET Pablo Pérez y Mariana Busso destacan que, para muchos, tener múltiples empleos es “una estrategia para recuperar el poder adquisitivo perdido”, y que el fenómeno es transversal a niveles educativos y sectores productivos.
Un fenómeno difícil de medir
Las encuestas oficiales no capturan completamente el alcance del pluriempleo. Muchas personas no declaran estas actividades, por temor a consecuencias fiscales o porque no las consideran “trabajo” en sentido formal. Además, la expansión de las plataformas digitales y el autoempleo dificultan el registro estadístico tradicional.
Carlos, Esteban y Micaela, como tantos otros, prefieren mantener su identidad en reserva. Una señal más del carácter precario e incierto de esta forma de vivir el trabajo.
Salarios pobres, empleos múltiples
El aumento del pluriempleo no viene acompañado por una mejora en las condiciones laborales. La combinación de alta inflación, informalidad creciente (42% en 2024) y deterioro del ingreso hace que la estrategia de sumar empleos no siempre logre mejorar la calidad de vida. Muchas veces, implica resignar horas de descanso, familia o salud.
A diferencia de crisis anteriores, la respuesta social no ha sido una explosión del desempleo abierto, sino un ajuste silencioso a través de la extensión de jornadas y la multiplicación de tareas. La tasa de pobreza aumenta mientras la desocupación se mantiene contenida. El costo: un nuevo tipo de trabajador, con empleo, pero pobre.
¿Rasgo coyuntural o signo de época?
El pluriempleo ya no es un dato marginal. Se consolida como un fenómeno estructural, reflejo de un mercado laboral que no logra ofrecer estabilidad ni ingresos suficientes. Sin mejoras sostenidas en el poder adquisitivo, el trabajo formal dejará de ser garantía de integración social.





