18 Jul 2025
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Nueve de Julio

Detrás de la máscara

De orígenes paganos y lujuriosos, las distintas máscaras que hacen del carnaval una de las celebraciones que más han perdurado a lo largo de los siglos.

(Por Juan Manuel Jara)

Por más que algunos así lo sostengan, no todo el año es carnaval. Pero si, todos los años hay carnaval, celebración que se las arregla para estar presente en casi todas las culturas, de maneras distintas, pero con el mismo espíritu de festejo.
Si decimos carnaval, inmediatamente lo asociarán con comparsas, plumas, o con disfraces y máscaras. Lo cierto es que se celebra de manera contundente y siempre vistosa.
El origen de esta celebración no está muy claro, pero sí que es algo que viene de la antigüedad. Historiadores aseguran que festejos como este ya lo realizaban los sumerios hace mas de cinco mil años. Media biblioteca dice que nació con las Saturnalias, en la época romana, en donde se iniciaba el año de cultivos y se pedía por buenas cosechas. En estas celebraciones, no había jerarquías sociales y todos festejaban por igual, amos y esclavos mezclados, en varios días de banquetes y desenfreno pasional.
En la Edad media se mantuvo este modo de celebrar pero con el agregado de la quema de un muñeco a modo de sacarse de encima los males del año terminado y de buenos deseos para el que comenzaba.
Pero con el cristianismo llegaron también los cambios y los frenos a estos festejos con excesos de lujuria. A la iglesia no le gustaban estas cosas y entonces el carnaval era celebrado en las cortes de los nobles por actores con máscaras que representaban las virtudes y los vicios de los hombres.
Para el catolicismo, el término carnaval deriva de “carnem levare” o privar de la carne, referido a la prohibición de comer carne desde el primer día de la Cuaresma hasta el jueves santo. Recordamos que por entonces regía esa prohibición impuesta por la Iglesia católica la cual iba acompañada también de un celibato durante esos cuarenta días.
De las saturnalias al carnaval, festejos, excesos y, muchas veces también, críticas a las autoridades de turno. Todo eso se permitía.
Venecia es sinónimo tanto de agua, góndolas como también de carnaval. Máscaras y disfraces servían para homogeneizar a todo. Aristócratas y nobles se mezclaban con el pueblo, todos bajo un estricto anonimato impuesto por esas máscaras que se mantenían durante toda la celebración. Así llegaba el desenfreno enmascarado.
Durante el último día de carnaval, el martes conocido como martes suntuoso, “martedi grasso” en italiano y “mardi grass” en francés, se celebraba la madre (y el padre) de todos los banquetes.
De Venecia saltó a otras partes de Europa. Y de allí a América a través de la colonias.
El glamour y la suntuosidad del carnaval veneciano se acredita por sus casi dos mil años de historia. Una leyenda cuenta que su origen se encuentra en el rapto de unas mujeres a manos de unos extranjeros. Finalmente fueron rescatadas y lo celebraron con unas fiestas llamadas las Marías. Estas derivaron en el carnaval de Venecia.
Siempre y en todo lugar, los carnavales sufrieron esplendor y prohibiciones. El anonimato que brindaban máscaras y disfraces, el descontrol y los excesos, incomodaron a más de un gobernante. Incluso muchas veces, los encargados de imponer orden estaban ausentes, porque participaban de los festejos.
Venecia, Francia, Colonia, Bruselas, España, se convirtieron en carnavales europeos referentes. En la ciudad alemana de Colonia el desfile es el punto más alto de la celebración con figuras que muchas veces se burlan de figuras políticas de todo el mundo, sin el menor reparo.
Sin dudas que el de Río de Janeiro es el más convocante. Según datos, cerca de 2 millones de visitantes diarios concurren a esta fiesta, aunque el sambódromo carioca tiene capacidad para alrededor de 70 mil espectadores.
Pero si el de Río se caracteriza por su espectacularidad y exuberancia, el de Montevideo es uno de los más largos de duración, casi 40 días. Murgas y candombe le agregan el condimento autóctono a los carnavales rioplatenses. Y en Argentina, cada provincia le suma su impronta. Corrientes es la capital nacional del carnaval, con comparsas que se disputan el título de campeón para ostentarlo hasta la próxima edición. En las últimas décadas, Entre Ríos intenta disputarle a Corrientes su histórico liderazgo, quizás con menos espectacularidad, pero si con mas convocatoria de viajeros, en especial con los festejos en Gualeguaychú. Las provincias del noroeste también tienen sus celebraciones de carnaval con el toque andino. En Buenos Aires, los corsos se viven en los barrios, no con la intensidad y convocatoria de décadas atrás, pero con adeptos y concurrentes que se prenden en esas noches de murgueras. Feriado si, feriado no. Festejos si, festejos no. Vaivenes a los que también esta celebración fue sometida a través de nuestra historia de acuerdo a los humores y conveniencias de los gobiernos de turno.
Con disfraz, máscaras, bombitas de agua o pomo, siempre con música, con calor o con frío, el carnaval es una celebración que se las ha ingeniado para adaptarse a cada idiosincrasia y sobrevivir a lo largo de la historia.

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