Javier Milei se enfrenta esta vez a un rival menos visible pero más difícil de disciplinar: el sistema financiero. El ruido con los bancos, tras el desarme de las Letras Fiscales (Lefis), sumado a la escasez de divisas por el fin de la cosecha y el calendario electoral en marcha, tensiona al máximo la estrategia del Gobierno, que prioriza el ancla monetaria aun a costa de la actividad. Con el riesgo país en la mira y reformas aún bloqueadas en el Congreso, el “orden” de la Argentina poshiperinflacionaria sigue pendiente.
Las turbulencias de esta semana no fueron apenas financieras. Tampoco estrictamente políticas. Fueron, sobre todo, una advertencia sistémica: el Gobierno de Javier Milei no podrá sostener su programa de estabilización sin reconfigurar su relación con los actores de poder real, desde los bancos hasta el Congreso, desde Washington hasta el conurbano.
Todo empezó con un punto de inflexión técnico: el desarme de las Letras Fiscales de Liquidez (Lefis). El Ejecutivo esperaba que los bancos volcaran el 100% de esos fondos a nuevos instrumentos. No ocurrió. El resultado: presión sobre el dólar, tensión en los mercados y fastidio presidencial.
“Si se van a hacer los vivos, puedo subir los encajes al 50% y no queda un solo peso en la calle”, lanzó Milei en privado. No fue solo una amenaza. El Banco Central aumentó los encajes al 40%, afectando la capacidad de los bancos de prestar en pesos. Un tiro por elevación que impacta en la liquidez general, pero también en el consumo y la actividad.
Banco vs. Búnker
La tensión con el sistema financiero no es nueva, pero esta vez fue más frontal. Aunque el Presidente evitó dar nombres, su incomodidad fue evidente. Desde la Casa Rosada señalan incluso una supuesta “intencionalidad electoral” detrás de la volatilidad cambiaria, apuntando no solo a la oposición, sino también —sugerentemente— a la vicepresidenta Victoria Villarruel, quien habilitó el tratamiento de leyes que el Ejecutivo piensa vetar.
En paralelo, la relación entre Luis Caputo y los banqueros se mantiene más fluida. Las señales son sutiles: en La Rural, Caputo saludó personalmente a Jorge Brito, presidente del Banco Macro, tras un almuerzo de este con Santiago Caputo, cerebro de la campaña presidencial. En esta etapa, cada gesto es político.
Una recesión tolerada
Detrás de la tensión cambiaria, se impone una estrategia clara: Milei prefiere un freno económico antes que reactivar la emisión. La obsesión es que los movimientos del dólar no se trasladen a los precios, al menos hasta después de octubre.
Eso tiene consecuencias. Sectores como la industria manufacturera y el consumo masivo ya sienten el ajuste. Algunas cámaras empresariales comparan este momento con los primeros años de la convertibilidad, cuando la inflación posterior a la hiperinflación de Alfonsín dejó secuelas estructurales. En la UIA, incluso, se preparan para difundir en agosto informes con datos sectoriales más actualizados que los del INDEC, cuya lectura —dicen— llega tarde frente a la realidad de las fábricas.
Un respaldo que viene de afuera
Mientras tanto, el sostén internacional se convierte en el principal blindaje de Milei. Esta semana, el FMI aprobó un acuerdo con metas más flexibles para las reservas del BCRA. En simultáneo, el canciller Gerardo Werthein y parte del equipo económico negocian en Washington un acuerdo para que el 70% de las exportaciones argentinas a EE.UU. ingresen con arancel cero.
Pero todo tiene un precio. Uno de los puntos en discusión es una resolución argentina que regula el patentamiento de medicamentos, resistida por laboratorios norteamericanos. Según fuentes oficiales, la última versión redactada por Sturzenegger había sido rechazada por la entonces administración Biden. La mesa sigue abierta.
Sin Congreso, no hay reformas
El Gobierno sabe que el verdadero giro económico requiere reformas estructurales: laboral, fiscal, previsional. Pero mientras no haya una nueva mayoría en el Congreso, todo será retórica. Por eso el oficialismo apuesta fuerte a octubre.
El Consejo de Mayo, espacio de diálogo con empresarios y técnicos, sigue activo, pero condicionado. En él convergen nombres como Francos y Sturzenegger, con ejes comunes, pero sin ejecución legislativa viable por ahora.
Campaña sin margen para errores
La interna libertaria también juega su parte. La división entre Santiago Caputo, estratega de comunicación, y el grupo territorial que integran Karina Milei, “Lule” Menem y Sebastián Pareja, se mantiene latente. El primero quiere que Milei recorra el conurbano; los otros, que se fortalezca el sello de La Libertad Avanza. El problema es que ambos saben que no hay espacio para disentir: de la elección depende todo. La apuesta es ambiciosa: un cambio de régimen. Pero el presente no espera. El dólar no espera. La inflación no espera. Cada semana, cada rueda financiera, pone a prueba el plan entero. Y el rival más temido del Presidente —el mercado— ya no es hipotético. Está acá, y no se deja gobernar con likes.




