En los últimos meses, las cifras oficiales sobre pobreza en la Argentina han mostrado una tendencia favorable. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, la pobreza ha disminuido de manera significativa, pasando de un alarmante 53% en el primer semestre de 2024 a un 31% en el tercer trimestre del mismo año. A primera vista, estos datos pueden sugerir una recuperación económica. Sin embargo, al adentrarnos en los números y la distribución de los recursos, surgen cuestiones cruciales sobre la naturaleza de esa mejora y, más importante aún, sobre la persistencia de profundas desigualdades estructurales.
Contexto de la Devaluación y su impacto inicial
La abrupta devaluación de la moneda a fines de 2023, bajo el gobierno de Javier Milei, había disparado el índice de pobreza a niveles récord, con la inflación y la pérdida de poder adquisitivo afectando gravemente a la clase media y a los sectores más vulnerables. La devaluación, si bien necesaria desde una óptica macroeconómica para corregir el desequilibrio de la balanza de pagos, tuvo un impacto inmediato en las condiciones de vida de millones de argentinos. No obstante, la reciente desaceleración de la inflación y la estabilización relativa del tipo de cambio han comenzado a dar frutos en el corto plazo, lo que ha permitido una caída en las tasas de pobreza.
Sin embargo, aunque la mejora es notable, esta caída no es suficiente para revertir las profundas desigualdades estructurales que persisten en el país. En términos absolutos, el nivel de pobreza actual sigue siendo elevado, mucho más alto que los promedios históricos de otras economías de la región, y dista de los estándares de bienestar que deberían esperarse en una economía de ingresos medios.
Comparativa con el Pasado
Para poner en perspectiva la evolución de la pobreza, es importante realizar una comparativa con el pasado reciente. Los datos indican que el índice de pobreza bajo el gobierno de Milei es inferior al que se registraba en el primer semestre de 2023, que llegó al 40%, y aún más bajo que los números de 2019, antes de la pandemia, lo que podría interpretarse como una señal de recuperación respecto a los últimos años.
Sin embargo, en comparación con 2008, año previo a las políticas expansivas de Cristina Kirchner, el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita y el bienestar general de la población se encuentran estancados, con un PBI per cápita de aproximadamente 16 mil dólares anuales. En los últimos 17 años, mientras la economía global crecía un 50%, la Argentina apenas mantuvo su nivel de ingresos, lo que refleja una grave falta de dinamismo económico y crecimiento inclusivo.
Distribución de la Renta: La gran deuda pendiente
Aunque las cifras sobre pobreza pueden parecer optimistas a primera vista, el índice de desigualdad sigue siendo un tema de gran preocupación. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), el 90% de los argentinos es más pobre que hace 17 años, con la excepción del 10% más rico. Este fenómeno está directamente relacionado con la concentración de la riqueza en las capas más altas de la pirámide social, lo que ha reducido drásticamente el tamaño de la clase media en el país. En términos simples, la verdadera clase media se ha reducido a la mitad.
Esta tendencia es preocupante, ya que refleja una distribución de la renta cada vez más desigual, donde los sectores de menores recursos se ven atrapados en un ciclo de pobreza crónica y precariedad laboral, mientras que los más acomodados se benefician del crecimiento limitado que ha experimentado la economía. La brecha de desigualdad sigue siendo uno de los mayores desafíos estructurales que enfrenta el país y que difícilmente puede ser resuelto a corto plazo sin una política de inversión sostenida en capital humano, empleo formal y productividad.
Impacto de la Inflación y el estrés económico
A pesar de la leve mejora en el índice de pobreza, los niveles de estrés económico continúan siendo elevados. La inflación sigue siendo una de las principales preocupaciones para la mayoría de los hogares argentinos. A finales de 2024, casi el 47% de la población vive con estrés económico, una cifra que está por encima de los históricos 35% de años anteriores. Este estrés, asociado a la falta de previsibilidad económica, afecta especialmente a los sectores de menores ingresos, pero también ha comenzado a golpear con fuerza a la clase media.
Además, la capacidad de ahorro es otra de las grandes falencias estructurales de la economía argentina. A pesar de la estabilización parcial, solo entre un 8% y un 16% de la población tiene la capacidad de ahorrar, lo que refleja un fuerte estancamiento en la capacidad de consumo de la mayoría de los hogares.
Inversión Social y la falta de crecimiento inclusivo
A lo largo de los últimos años, la falta de inversión en capital humano y el deterioro de las condiciones laborales han sido factores determinantes en la persistencia de la pobreza estructural. El país sigue siendo incapaz de crear empleo productivo y bien remunerado, lo que perpetúa las brechas entre distintos sectores sociales. La estructura social, tal como indica el informe de la UCA, muestra una fragmentación creciente, con tres argentinas diferenciadas por el nivel socioeconómico, perfil cultural y vínculos con el mercado laboral.
En este contexto, el modelo económico actual ha sido incapaz de generar las condiciones necesarias para una movilidad ascendente real. Las políticas de estabilización macroeconómica implementadas por el gobierno de Milei, si bien han logrado cierto orden fiscal, aún carecen de una estrategia explícita de inversión interna y externa que permita dinamizar la economía y, lo que es más importante, generar empleo de calidad.
¿Es Posible una Mejora Real y Sostenible?
El reciente descenso en los índices de pobreza es una noticia positiva en términos relativos, pero no es suficiente para generar un cambio sustancial en la vida de millones de argentinos. Si bien el estrés económico y la pobreza han mostrado algunos indicios de alivio, los problemas estructurales siguen vigentes, y la desigualdad social se mantiene como uno de los principales obstáculos para una recuperación inclusiva.
A medida que Argentina atraviesa este período de transición política y económica, será fundamental que las políticas económicas se enfoquen no solo en el equilibrio fiscal o en la estabilización macroeconómica, sino también en una redistribución efectiva de la riqueza, que permita a los sectores más vulnerables acceder a oportunidades reales de crecimiento. La inversión en educación, el fortalecimiento del empleo formal y la promoción de la productividad son claves para romper el círculo vicioso de la pobreza estructural que ha marcado la historia económica del país en las últimas décadas.
Fuente UCA – Observatorio de La Deuda Social Argentina





