4 Dic 2025
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Nueve de Julio

La salud de los trabajadores médicos

En el día del Médico, instaurado a mediados del siglo XX en honor al Dr. Carlos Juan Finlay Barrés, médico cubano que se destacó por su lucha contra la fiebre amarilla, desde el Círculo Médico de 9 de Julio se sienten reflejados por el siguiente texto que expone una realidad de la medicina y de quienes la ejercen. Un informe que llama a la reflexión y que sirve para entender a quienes se formaron para cuidar a sus semejantes y a un sistema que muchas veces los termina poniendo del otro lado del escritorio en el consultorio.
La medicina siempre ha cuidado de todos, excepto de quienes la ejercen. Cuando el médico se acerca a la jubilación, se enfrenta a una verdad incómoda: ella revela todo lo que la carrera escondió, anuló o nunca permitió florecer. Y es justamente ahí donde comprendemos la verdadera dimensión del problema.

1. La glorificación del agotamiento: un valor tóxico heredado por generaciones

Durante décadas, la cultura médica enseñó que el buen profesional debe soportar guardias interminables, doblar jornadas, renunciar a la vida personal, competir constantemente, sentir culpa por descansar.
Esa mentalidad hizo creer que el agotamiento era señal de dedicación — cuando en realidad es el camino más rápido hacia el burnout, la enfermedad y el empobrecimiento emocional. Las nuevas generaciónes rechazan ese modelo. Las generaciones más antiguas, muchas veces, normalizaron tanto el sufrimiento que no pueden imaginar otra forma de ejercer la profesión.

2. El analfabetismo financiero crea dependencia de la medicina

El médico en América Latina llega a los 30 años con muchísimos años de estudio, pocos activos financieros, retraso en la construcción de patrimonio, nula educación económica, alto costo de vida,
e inseguridad previsional. Esto lo amarra a la práctica clínica. Sin un verdadero plan financiero, el médico nunca se siente “listo” para parar — aun estando emocionalmente agotado. No es que quiera trabajar hasta los 70…es que, muchas veces, necesita hacerlo.

3. Longevidad productiva no es solo vivir más, es vivir con propósito

Decir “quiero trabajar hasta los 80” puede sonar a vocación, pero muchas veces refleja miedo al vacío, miedo a perder relevancia, miedo a no saber quién es sin la bata, miedo a que su identidad desaparezca.
La medicina se convirtió en profesión, pero también en: armadura, refugio, sentido de vida, mecanismo emocional de supervivencia. El médico no fue entrenado para envejecer profesionalmente. Tampoco para reinventarse.

4. La falta de vida fuera de la medicina tiene un alto costo al jubilarse

Esta es la parte más dolorosa. Muchos médicos no tienen hobbies,no desarrollaron intereses propios, no cultivaron amistades fuera del entorno sanitario, no aprendieron a ocupar el tiempo con placer, no construyeron un proyecto de vida para después de la carrera.
Por eso, la jubilación es vivida como una amenaza, pérdida de identidad, la sensación de inutilidad, con ansiedad, depresión, aislamiento. La medicina ocupó todo. Y al mismo tiempo, vació todo lo que estaba alrededor.

5. La culpa por querer parar es resultado de una formación emocionalmente violenta

La idea de que “el buen médico siempre está disponible” crea un ciclo de cupas: por descansar, por no producir, por querer menos, por priorizarse a sí mismo.
Ese condicionamiento, aprendido desde la universidad, impide incluso imaginar la jubilación como un derecho y no como una derrota. El médico internalizó que existe únicamente para servir.
Eso destruye la autonomía emocional.

6. ¿Por qué la jubilación se vuelve una prisión para tantos médicos?

Porque expone todo lo que la medicina no enseñó: a vivir sin ser indispensable, a convivir con el silencio, a tener placer más allá del trabajo,
a planificar el futuro, a cuidarse con el mismo esmero con el que cuida a sus pacientes.
La jubilación es una cárcel cuando la identidad está construida solo alrededor del trabajo.

7. El nuevo indicador de éxito médico: una vida completa, no una carrera interminable

La medicina está entrando en una nueva era. El verdadero éxito ya no será medido por décadas de trabajo continuo, sino por una salud mental preservada, el equilibrio entre vida y profesión, la libertad financiera, la capacidad de reducir la carga horaria sin sufrimiento, tener hobbies, los vínculos fuera de la medicina y la autonomía para elegir cuándo parar. El médico que llega a la jubilación entero — emocional, física y financieramente — es el que triunfó.
La jubilación no debería ser un abismo emocional, ni una crisis de identidad, ni una condena económica. Debería ser un proyecto, una celebración y, sobre todo, una elección. Eso solo será posible cuando dejemos de glorificar el agotamiento y comencemos a valorar la vida del médico más allá del consultorio.
La medicina cura a muchos. Pero no puede seguir enfermando a quienes la ejercen. Depende de cada quien ver cómo ejerce la medicina y como la equilibra con la vida personal y la familia, que es lo verdaderamente importante.

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