5 Dic 2025
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G20 en Sudáfrica: Ausencias ruidosas y tensión

La cumbre anual del G20, la primera en suelo africano celebrada en Johannesburgo (Sudáfrica) finalizó este sábado con la adopción de una Declaración de Líderes. Sin embargo, el telón que cubrió el acuerdo final no pudo ocultar el drama geopolítico de las sillas vacías más prominentes: la del presidente estadounidense, Donald Trump, y la de su aliado ideológico, Javier Milei, cuyas ausencias resonaron como una crítica implícita, y a veces explícita, a la esencia misma del multilateralismo.
La delegación sudafricana se enfocó en el «Sur Global,» impulsando un consenso en torno a la protección de la cadena de suministro de minerales críticos y un llamado a una «paz justa, integral y duradera» en focos de conflicto como Ucrania y los Territorios Palestinos Ocupados. Pese a estos logros formales, la sombra del «America First» y de la nueva derecha libertaria latinoamericana planeó sobre los debates.

La Estrategia del Boicot

El presidente Trump, en un movimiento que analistas describieron como una calculada y despectiva andanada contra el foro, optó por un boicot total, ausentándose él y toda su administración de las discusiones, lo que resultó en que Estados Unidos no respaldara la declaración final. Su justificación pública —un críptico comentario sobre la supuesta persecución de los afrikáneres en Sudáfrica— fue vista por muchos observadores como un mero pretexto para un desinterés ya conocido hacia las instituciones multilaterales que no se doblegan a sus intereses.
«La Casa Blanca ha enviado una señal inequívoca de que, para esta Administración, la diplomacia de las grandes cumbres es una futilidad», comentó un diplomático europeo bajo anonimato. «Su ausencia no solo debilita al G20; fuerza a nuestros líderes a reunirse de emergencia al margen de la cumbre, como ocurrió para discutir el último plan de paz de Trump para Ucrania, lo cual es una burla a la agenda formal.» La decisión de Trump subraya una preocupante tendencia aislacionista en Washington, justo cuando el foro necesita la coordinación económica de sus mayores miembros.

El eco de Buenos Aires

Alineado con el gesto de Washington, el presidente argentino Javier Milei también declinó su participación. Si bien envió a su Canciller, Pablo Quirno, la decisión del Gobierno argentino de no respaldar el documento final fue un eco audible de la postura estadounidense y un reflejo de la política exterior de «alineamiento total» del país con los dictados de su principal aliado. La Cancillería argentina argumentó que la declaración se aprobó sin el consenso total y que contenía «discrepancias» geopolíticas, particularmente en su enfoque del conflicto en Oriente Medio, que Argentina considera «parcial».

Para muchos, la postura de Milei en Johannesburgo es una confirmación de que la Argentina post-liberal está dispuesta a sacrificar su voz y capacidad de influencia en un foro global por fidelidad ideológica. «El G20 es el foro donde las grandes economías, emergentes y desarrolladas, negocian el futuro. No presentarse a la mesa de negociaciones es un acto de autoexclusión que castiga la credibilidad de un país que necesita desesperadamente inversión y apoyo multilateral,» opinó el economista Dr. Alistair Finch, de la Universidad de Ciudad del Cabo.
La combinación de estas dos ausencias —la de la principal potencia económica y la de una economía emergente del Cono Sur— dejó una cicatriz. Si bien los líderes reunidos lograron el objetivo de la declaración, el debate se desarrolló con una sensación palpable de fragmentación. La cumbre concluyó, pero la pregunta persiste: ¿Puede el G20 mantener su integridad y relevancia sin la participación activa y comprometida de Estados Unidos y con el visible escepticismo de otros miembros? El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, expresó su preocupación por el «funcionamiento amenazado» del foro, haciendo hincapié en que la polarización y la falta de consenso socavan la eficacia del grupo para abordar desafíos globales como el cambio climático, la deuda de los países pobres y el crecimiento económico inclusivo.
El mensaje de Johannesburgo es que, si bien el mecanismo del G20 demostró su capacidad para producir acuerdos bajo la presidencia africana, el peso de la geopolítica y el auge del nacionalismo económico y el aislacionismo continúan erosionando el espíritu de cooperación. La próxima cumbre se celebrará en Estados Unidos, con la administración Trump a cargo. La expectación es alta, y el desafío será monumental: restaurar la credibilidad de un foro que, en Sudáfrica, se sintió incompleto y bajo una amenaza de cisma.

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