El economista Marco Lavagna, al frente del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), tuvo que salir a explicar las “correcciones” en el estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE). El organismo corrigió, sin explicaciones detalladas para el público, los datos de meses previos. Esta modificación resultó en que la economía argentina evitara oficialmente la «recesión técnica» (definida como dos trimestres consecutivos de caída del Producto Bruto Interno), lo que generó un fuerte cuestionamiento por parte de economistas y medios de comunicación.
Lavagna se vio obligado a emitir una nota aclaratoria señalando que las series del EMAE son «provisorias» y se reestiman con más información, una práctica habitual en la estadística, pero que, en este contexto de alta sensibilidad política, no logró apaciguar las sospechas de manipulación con un fin político inmediato.
Otro frente de críticas se centra en la medición de la inflación y la pobreza. Aunque la gestión de Lavagna continuó utilizando metodologías que permitieron a Argentina normalizar su relación con organismos internacionales y recuperar el aval técnico, persisten los reclamos por la demora en la actualización de las ponderaciones del Índice de Precios al Consumidor (IPC).
Sectores políticos y técnicos han argumentado que la canasta de bienes y servicios utilizada actualmente no refleja la «vida real» de los hogares, ya que subestima el peso de gastos fijos esenciales (como tarifas de servicios públicos, alquileres o transporte) que han experimentado aumentos muy superiores al promedio. Esto ha llevado a algunos sectores de la oposición a plantear la creación de un «índice de gastos fijos» propio desde el Congreso, una táctica utilizada cuando el INDEC estuvo intervenido durante el período 2007-2015.
Lavagna ha defendido públicamente que «muchas veces se pone en duda la estadística simplemente porque no gusta lo que dice», asegurando que los cambios metodológicos y las nuevas canastas están en desarrollo, aunque se han pospuesto las fechas de implementación en varias ocasiones. Hijo del exministro Roberto Lavagna, el actual director fue designado inicialmente bajo la presidencia de Alberto Fernández y luego ratificado en el cargo por el presidente Javier Milei, con el objetivo explícito de avanzar hacia un organismo «técnico despolitizado» y con autonomía. Ha navegado un mandato complejo, marcado por el desafío de restablecer la credibilidad institucional tras años de manipulación estadística, al tiempo que enfrenta críticas recientes sobre la gestión de series de datos sensibles.
La controversia reciente sobre la corrección del EMAE y los persistentes cuestionamientos a las ponderaciones de la inflación sugieren que, a pesar de los esfuerzos institucionales, la desconfianza en el dato oficial sigue siendo un fantasma que persigue al INDEC. La continuidad de Lavagna en diferentes administraciones refleja una voluntad política de mantener una cabeza técnica, pero el debate sobre la «intervención» sutil de las cifras se ha trasladado de la manipulación burda a la disputa por los métodos de reestimación y actualización.





