Por Redacción Extra Digital
El marco preliminar firmado entre Argentina y Estados Unidos podría transformar radicalmente las relaciones comerciales. El costo para la industria local. Mientras la Casa Blanca celebra la apertura de nuevos mercados, el futuro de sectores clave de la economía argentina está en juego.
Este jueves, en un comunicado conjunto, la Casa Blanca anunció un acuerdo preliminar con Argentina que promete «profundizar la cooperación bilateral en comercio e inversión». Sin embargo, lo que parecía ser un avance significativo podría, en última instancia, ser un golpe letal para la industria nacional. Si bien los detalles aún son escasos y el texto definitivo está por firmarse, las primeras pinceladas de este marco revelan un desbalance que podría abrir las puertas a una inundación de productos estadounidenses en detrimento de los sectores productivos locales.
¿Qué implica este acuerdo para la Argentina?
El acuerdo anunciado no es el tratado en sí, sino una suerte de «marco» que establece las condiciones para un futuro acuerdo más formal. Entre los puntos destacados de este marco se encuentra una rebaja de aranceles y la eliminación de barreras no arancelarias, lo cual, en principio, abre nuevas oportunidades para las exportaciones argentinas. Sin embargo, el cambio de reglas favorece principalmente a los intereses de Estados Unidos, lo que deja en evidencia las asimetrías del acuerdo.
Uno de los puntos más críticos es la eliminación de los aranceles impuestos por el gobierno de Donald Trump en 2018, que afectaron gravemente las exportaciones argentinas. A cambio, Estados Unidos eliminaría sus aranceles sobre ciertos recursos naturales y productos farmacéuticos no patentados. Sin embargo, el acuerdo también implica que Argentina abrirá sus puertas a productos estadounidenses en condiciones que favorecen a las grandes corporaciones, mientras que muchos sectores nacionales, como el automotriz y el agrícola, podrían verse arrasados por la competencia externa.
La «apertura de mercados» y sus consecuencias para la industria nacional
El gobierno argentino se comprometió a ofrecer «acceso preferencial» a los mercados estadounidenses, lo que incluye productos clave como medicamentos, productos químicos, maquinaria y tecnología de la información. Esto, a su vez, trae consigo la eliminación de las barreras no arancelarias, como las licencias de importación, que han sido una de las últimas defensas de la industria local frente al avance de las multinacionales.
Entre los compromisos de Argentina también se encuentra la apertura del mercado para el ganado bovino y aves de corral de EE. UU., lo que podría significar un golpe directo para los productores locales que, en muchos casos, no cuentan con la capacidad para competir en precios y escala con los gigantes de la industria alimentaria estadounidense.
Un pacto de desventajas
Este acuerdo también tiene una fuerte inclinación hacia las necesidades de Estados Unidos en términos de propiedad intelectual, seguridad económica y comercio digital. Argentina, por ejemplo, se compromete a reforzar las leyes contra la falsificación y piratería, sin embargo, esto pone en riesgo aún más a las pequeñas y medianas empresas que dependen de la innovación local. Al mismo tiempo, la «alineación en materia de seguridad económica» y la cooperación en el control de exportaciones podrían poner restricciones adicionales a las industrias nacionales que dependen de ciertos recursos estratégicos.
Además, la regulación de los productos digitales podría facilitar la entrada masiva de empresas tecnológicas estadounidenses al mercado local, mientras que las empresas argentinas, en su mayoría pequeñas y medianas, quedarían en clara desventaja. Si bien el comercio digital puede sonar prometedor, la falta de protecciones adecuadas podría poner en jaque la soberanía de los datos nacionales y, en consecuencia, la competitividad de las empresas argentinas.
Un acuerdo disfrazado de oportunidades
El gobierno de Javier Milei celebra este acuerdo como un paso hacia la «apertura» de la economía y el fortalecimiento de la relación bilateral. Desde la embajada de EE. UU. se habla de un «nuevo camino de crecimiento» para ambos países, pero la realidad es que este marco es una puerta de entrada para los intereses de las grandes potencias, especialmente en sectores como la minería, la tecnología y la agricultura, en detrimento de la industria nacional.
Aunque la Casa Blanca destaca la creación de «nuevas oportunidades comerciales», la pregunta es si estas oportunidades beneficiarán realmente a las PyMEs y a la economía argentina en su conjunto, o si se trata de una nueva etapa de dependencia y subyugación a las grandes corporaciones extranjeras.
Lo que está claro es que si este acuerdo avanza, la industria argentina se enfrentará a un desafío de proporciones inéditas, con un mercado más abierto que nunca, pero a costa de la capacidad productiva y competitiva local que tendrá que adaptarse, una vez más, a un escenario cambiante.





