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sábado, 18 mayo, 2024

Premio Mujeres Rurales Argentinas “Lía Encalada”

La floricultora Beatriz Zemunich, una de las cien postuladas al reconocimiento.

(Por Mónica Gómez)

El jueves 28 de octubre, un centenar de mujeres del ámbito rural se dieron cita on line en el canal de Youtube de la organización Mujeres Rurales Argentinas. El motivo: conocer a las más de 100 postuladas al premio “Lía Encalada”. La transmisión duró una hora; en los mensajes del chat  se percibió la emoción de los que siguieron el vivo por la plataforma  con muchas expectativas de ver a cada una de las postuladas en las 16 categorías. Así como también el agradecimiento de todas, por el valor de la nominación y el carácter simbólico de un reconocimiento que visibiliza una parte de la sociedad que a menudo está postergada o excluida por las adversidades de la vida rural.

 

La iniciativa de los Premios  Mujeres Rurales Argentinas comenzó con una postulación abierta a la comunidad en abril del 2021, la cual consiguió más de 300 respuestas. Tras la primera selección únicamente técnica, quedaron cien candidatas de todo el país al premio que homenajea a Lía Encalada, la primera mujer en recibirse de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires en 1927.

 

Beatriz Zemunich es misionera, tiene 51 años y el jueves pasado se la pudo ver con su chacra de fondo y una sonrisa que le iluminaba el rostro, entre una de las 100 fotos de la  presentación de MRA. Betty, como la llaman todos los que la conocen, fue postulada por su labor en la ruralidad y el impacto que su trabajo tiene sobre su comunidad. Esta mujer oriunda de la localidad rural  Puerto Deseado desde sus primeros recuerdos la tierra es parte de su historia: “soy hija de agricultores que vivieron más de la mitad de su vida en el campo. Para que mis hermanos y yo estudiemos, ellos tuvieron que mudarse, aun así solo llegué a hacer hasta séptimo grado, era muy difícil por las distancias, el vecino más cercano se encontraba a 4 kilómetros”, comenta la flamante postulada.

 

Su vida no siempre fue en torno a la ruralidad. Se casó muy jovencita, vivió en la ciudad de Puerto Wanda y tuvo cuatro hijos. A partir de la crisis del 2000, cuando las necesidades abundaban y los sueldos escaseaban, pudo salir adelante con la producción que daba el pequeño terreno de su casa: “pasamos 9 meses sin que le paguen a mi esposo, con mucho sacrificio hacíamos trueques por comida. Cuando comenzó a cobrar el sueldo cada dos meses, lo primero que hicimos fue comprar un pedacito de tierra para producir. Pagamos en 10 cuotas una parcela de 2 hectáreas que, después de un gran esfuerzo, se convirtió en  nuestro hogar”, recuerda Betty, sobre los comienzos de su chacra, la cual hace un año es una de las casas que pertenece al grupo Guardianas de Semillas.

 

A raíz de esa adquisición, con ayuda de sus padres y su suegra, está principiante se volcó con fuerza a su estilo de vida agroecológico y expone esa travesía al servicio de todos: “vivo en Puerto Wanda en la chacra Biodiversidad, mis padres siempre practicaban la agroecología sin saberlo. Al tener todo tan distante tenías que arreglarte con los recursos que había a tu alrededor. Esta tierra es lo que ahora me da sentido, soy floricultora, tengo 3 viveros y dos hectáreas cultivadas con animales, plantas frutales y hortalizas. De ahí el nombre de mi chacra: Biodiversidad de Vida” comenta Beatriz, abriendo su corazón a medida que transcurre nuestra charla.

 

El suelo donde se produce hoy, era una tierra muy deteriorada y erosionada por el monocultivo y la deforestación, le costó mucho llegar a la producción y a los más de 100 árboles frutales que tiene: “ Los técnico de INTA Gerardo Segovia y Enzo Ortt son lo que me ayudaron y me apoyan constantemente con las capacitaciones y la información que haya en el Ministerio de Agricultura Familiar, desde semillas, proyectos y hasta trámites o monotributo, siempre les voy a estar muy agradecida” Beatriz  también realiza actividades como promotora del INTA Pro Huerta  hace 12 años: “me ayudaron en la búsqueda de una producción que le de vida a la tierra tras el maltrato que tenía. Yo insistía en pedir asesoramiento -¡y me lo daban!-: me anotaba en las capacitaciones; con ellos viajé mucho, y entre vivencias y  formaciones,  fui tomando conciencia de que era lo que yo quería hacer.  Aprendí el valor de  la producción  agroecológica, me traían plantas y de su mano comencé a llevarla a la práctica. Gracias a todo este proceso,  puede a su vez sanar profundas heridas que traía en mi vida”.

 

El reconocimiento Lía Encalada fue de carácter público; no obstante, al ser entrevistada Betty, se interesó por el movimiento de MRA del cual hoy forma parte: “Agradezco mucho este grupo por dar la visibilización que tanto necesita la mujer rural. Es interesante y loable saber que hay quienes  trabajan  para las productoras que están en los lugares más remotos de nuestro territorio, estoy feliz de ser parte”  También es socia de R.A.O.M. (Red de Agricultura Orgánica de Misiones), y en su labor como floricultora,  rescata especies de orquídeas nativas: “la energía del suelo es increíble y yo sano con ella. Resulta un intercambio profundo, aprendo de la tierra y aprendo de las mujeres como Edith Glhal,  Isabel Aquino y Mónica Sherf,  técnicas de INTA que me  acompañan y son mi red. Juntas potenciamos la fuerza femenina” reconoce esta incansable productora que también participa en la Mesa del Consejo de Producción Agroecológica Provincial y como toda mujer de chacra misionera, realiza mermeladas y conservas de frutas nativas de estación, para la venta.

 

El reconocimiento llega a Beatriz por su dedicación  desde lo familiar y lo colectivo. Ella pertenece al grupo   CON. PRO. MIS. O. (Consumidores y Productores Misioneros Organizados): “Somos un grupo de 25 familias de la zona noreste de la provincia. Nos reunimos cada mes y vamos rotando los puntos de encuentro en cada chacra. Allí  planteamos las capacitaciones, aprendemos de los compañeros y nos potenciamos. Formamos un gran equipo y estamos representados en la Comisión de Certificación Participativa  Teko-a-pora-iguazú . Este diploma es un mérito de todos a la par mío”.

 

También pertenece al grupo Arraigo para la vida: El grupo promociona la salud holística integral, está compuesto sólo por mujeres y  hace 10 años que ella se sumergió en  esta búsqueda espiritual: “Siento a Dios como un todo, que está presente dentro nuestro, en la naturaleza y así sé que no estoy sola. En cada grupo al que pertenezco, me involucro y me identifico y reconozco.  Desde que adquirí mi chacra,  me siento fuerte y con la ayuda de cada persona que Dios puso en el camino me convertí en una mujer empoderada”, concluye Betty, reconociendo el poder de transformación del trabajo comunitario.

Mónica Gómez

 

 

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