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jueves, 18 abril, 2024

Sumergidos

(Por  Juan Manuel Jara)

La muerte de la turista argentina en un bautismo de buceo nos abrió interrogantes. El buzo nuevejuliense Martín Márquez explica lo que hay qué saber para sumergirse de manera segura.

             La semana pasada la turista argentina Rocío Gómez perdió la vida en circunstancias poco claras durante un bautismo de buceo en la isla de Koh Tao en Tailandia. El hecho, lamentable si dudas, nos generó inquietudes.

            Muchas son las personas que aprovechan las vacaciones para hacer alguna de esas actividades poco frecuentes que están en el menú de opciones de un lugar turístico. Algunas implican riesgos y, a veces, se encaran sin saber realmente si uno está en condiciones de realizarlas y, menos aun, si el que la brinda está capacitado o en regla.

            Martín Márquez, nuevejuliense, es instructor de buceo con amplia experiencia y muchas horas sumergido en distintas aguas del planeta. A él lo consultamos sobre algunos puntos específicos.

            “Cuando comencé con esta actividad, en mis primeros bautismos iba yo solo con el instructor”, cuenta Martín, “en el buceo la prioridad es la seguridad. En este lugar Koh Tao hay cerca de 400 bautismos por día. Lo que ocurrió es una tragedia que nos pone mal a todos los que nos gusta esta actividad”.

            SEMANARIO EXTRA: ¿Qué tiene que tener en cuenta aquella persona que quiere hacer un bautismo de buceo?

            MARTIN MARQUEZ: Siempre es bueno ir a una escuela u operadora de buceo que tenga mucha experiencia. Es importante la confianza que inspire el instructor. Siempre antes del bautismo hay una charla informativa de 40 minutos aproximadamente. Hay que prestar atención a las indicaciones del instructor. Y una vez abajo del agua, estar cerca del instructor es la prioridad, porque cualquier inconveniente debajo del agua es más difícil de solucionar si uno está solo. De hecho el buceo es una actividad que se hace en pareja. Mismo aquellos que hacen un curso regular de buceo y van a bucear a otro lado, y a pesar de la experiencia o de estar preparado, siempre les digo que estén cerca del instructor porque uno no sabe lo que puede pasar en el agua.

            SE: Un bautismo no es lo mismo que un curso, claramente.          

            MM: Hacer un bautismo no es saber bucear. Para eso hay que hacer el curso básico llamado de Open Water (Aguas Abiertas) que consta de 6 clases teóricas y seis clases prácticas en una pileta en donde durante una hora y media se practica lo que puede pasar bajo del agua, cualquier contingencia que puede suceder. El objetivo es tratar de generar una respuesta casi a modo de reflejo para solucionarlas. Una vez que se terminan estas clases se hace lo que se llama viaje de certificación que, en general, es a una cantera. Es un lugar con un ambiente controlado, porque tiene una profundidad máxima de 10 metros y así se minimiza cualquier inconveniente que pueda surgirle al aspirante. Son cuatro inmersiones para poder estar certificado como buzo. También esta certificación se puede hacer en el mar, en un lugar que reúna las condiciones. Son inmersiones que se hacen con instructor y, una vez completadas, recién ahí se esta preparado para ir al mar. Las primeras inmersiones marinas son a no más de 20 metros, para generar confianza.

            SE: ¿Cómo juegan en un bautismo la emoción o los nervios?

            MM: El consumo de aire también es un detalle a tener en cuenta. Con la emoción y los nervios, al principio es común que se consuma más rápido la carga de oxigeno de los tubos. A medida que se gana en confianza el consumo de oxígeno es menor y eso también da una pauta de la experiencia de ese buzo. Generalmente, los bautismos son de media hora, 35 minutos, porque justamente por la emoción, los nervios o la ansiedad, uno consume oxigeno más rápidamente.

           

            Hay un dato fundamental repetido a manera de mantra por los que buzos avezados: se bucea en pareja. Nunca solo. Así también es el vínculo que se genera entre aquellos que practican la disciplina, y se inculca que un buzo es responsable de la seguridad del otro.

            Otro nuevejuliense, el doctor Carlos “Tatin” Chávez, es buzo certificado en aguas abiertas tras haber completado el curso con Martín Márquez. Al respecto cuenta que “antes de hacer el curso, hice un bautismo en Puerto Madryn y en todo momento el instructor estuvo agarrándome del chaleco. En un bautismo el instructor tiene que estar a tu lado todo el tiempo”.

            Para un bautismo, Martín es categórico con la recomendación: “Hay que pedir bajar con el instructor. Es un dato fundamental”.

            En lugares como Koh Tao, el buceo es también un negocio. Los bautismos son la manera que tienen los instructores de todo el mundo de ganarse el pan. Quizás en algunos casos las reglas se “estiran” un poco más de lo debido en pos de la facturación. Por eso se hacen inmersiones con 5 o 6 personas a la vez, que no está prohibido expresamente, pero no es lo ideal por el simple hecho de que si dos de ellas tuvieran un percance al mismo tiempo el instructor no podría ocuparse de ambas.

            Claro, mientras no pase nada, todo bien. Hasta que ocurre un incidente. Como le pasó a Rocío. No se sabe a ciencia cierta qué le sucedió. Pudo haber tenido un paro cardiorrespiratorio, pérdida de conocimiento, tantas cosas. Eso no es imputable al instructor, está claro, pero si es responsable de haber perdido de vista a una persona que estaba a su cargo, regla básica de su profesión, tal como lo indican la mayoría de sus colegas. Más en una actividad en donde, tal como cuentan los profesionales como Martín, un descuido se paga carísimo, al valor de una vida humana.

 

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