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Nueve de Julio
martes, 7 mayo, 2024

Sacudones de vida

(Por Marisa Chela)

La vida a veces nos pone en situaciones límites, esas que nos sacuden el alma, el corazón, la cotidianidad (Las pérdidas).

Es ahí cuando todo parece derrumbarse y nos sentimos perdidos. Es ahí cuando nuestras manos, con papel y lápiz, pintan pinceladas de salvación donde las palabras salen a liberarse, algunas son de consuelo, otras de volver a vivir. No te asustes cuando esto pase, simplemente vivilo a tu manera, así como podés, simplemente así.

Aferrate a lo que tengas a mano, a veces las simbologías son una opción, como el colibrí o las estrellas.

 

EL COLIBRÍ

La vida le había regalado una infancia feliz, una familia tranquila, donde la armonía sólo se alteraba con los vaivenes propios de las tempestades pasajeras. Esas discusiones intrascendentes, propias de la vida diaria.

Ese día no sé por qué las imágenes le pasaban por su mente como una película. Su paso por la escuela primaria, el nerviosismo de la secundaria, sus compañeros que eran los mismos que caminaban por las calles de aquel pueblo, una verdadera familia que no se negaban un saludo porque despertaba algún comentario de incertidumbre: – ¿Qué le pasa a éste? Y no le pasaba nada simplemente era corto de vista. Pero en un pueblo no saludar es motivo de “que algo pasa” y así se van tejiendo conjeturas supuestas y un saludo negado y una mirada de asombro hasta que para bien o para mal todo se soluciona. Porque en un pueblo la vida del otro es como la vida propia sin serlo.

Recordaba y pensaba si sería relevante su pensamiento a esta hora y en este lugar. La noche se veía tranquila, adornada de estrellas y ella ahí en ese sillón viejo y gastado debatía entre uno y otro pensamiento sin ser demasiado consciente de lo que deseaba.

Últimamente se había convertido en un impermeable. Ese abrigo que no deja pasar la lluvia pero no abriga. Así estaba ella impermeable pero desabrigada. No le importaba demasiado o si le importaba y por eso estaba allí evaluando… ¿Evaluando qué?

Un suave soplido la hizo reaccionar, miró a sus costados y no vio nada. Miró hacia atrás y tampoco. Y sonrió creyendo en que las señales de compañía no necesariamente se manifiestan con la presencia humana. Tal vez… Y sí tal vez, como tantas veces, sucedía otra vez y se fue a dormir con la tranquilidad de que no sería difícil asumir. Ese aire suave que repercutió en su mejilla sonó a caricia, a esa caricia y mirando las estrellas se despidió de la noche.

La claridad de la mañana la despertó y mientras trataba de abrir sus ojos sintió que esa era una mañana diferente. Se levantó y se dirigió hacia la cocina. Preparó su desayuno y mientras corría las cortinas su espalda se estremecía ante una presencia. Se dio vueltas y vio que el vapor de la pava anunciaba que el agua para el mate estaba lista.

Era una mañana cualquiera de un verano por venir pero era distinta a otras mañanas de verano. Procesar esa propuesta no era fácil. Y se sintió sola ante semejante planteo. A veces las personas que creemos conocer nos sorprenden y nos dejan perplejos. No era un planteo descabellado precisamente todo lo contrario. Era lo más sensato que había escuchado

últimamente ese ser que tanto amaba y que había nacido de su vientre, nada más ni nada menos que de su vientre, pero no era esperado ¿ Había tanto de qué preocuparse ?

Tomó el mate y se asomó a la ventana de la cocina, admiró el trabajo del parque, vio el paisaje de sus manos en la tierra, admiró resultado del trabajo diario y sonrió. Sintió un aleteo suave y como un soplido que refrescaba su mejilla. Era un colibrí muy bonito que aleteaba frente a ella.

-Todo va a estar bien – dijo una voz. Y ella se quedó allí parada, tal vez era su hijo que se había levantado y la había visto preocupada. Tal vez.

MACHÉ

 

ANTES DE DORMIR

Antes de dormir miro las estrellas

porque siento que alguien desde allí me mira.

Salgo por las noches, antes de mi sueño y con un suspiro suave como de reproche,

contemplo azorada los brillos intensos.

Qué misterio encierra el canto de la noche

cuando las estrellas miran desde el cielo,

qué sutil encanto detectan mis ojos

cuando la luna pregona su canto.

¿Reconoce acaso mi corazón errante

un llamado, parecido a tu llamado?

Antes de dormir, miro las estrellas

siento tu perfume,

percibo tu risa,

huelo tus encantos.

De pronto una brisa me eriza la piel

y recuerdo la caricia de tus manos.

Antes de dormir miro las estrellas,

es una manera de tenerte a mano.

MACHÉ

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