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jueves, 2 mayo, 2024

Liliana Fernández, una mujer de lucha por la vida y por el campo

(Por Mónica Gómez)

La división que separa a Río Negro con La Pampa está delimitada por el rio Colorado: es el portal que nos invita a descubrir el sur de nuestro país. Allí, donde el cruce une a estas dos provincias argentinas, se da inicio a la majestuosa Patagonia. Y, es ese,  el camino que Liliana Fernández atraviesa a diario para llegar a su trabajo, desde la localidad de Río Colorado hasta La Adela, en La Pampa.

Esta rionegrina tiene 52 años y proviene de una familia de productores frutícolas de las colonias del Río Colorado. Es madre de Micaela,  una “pequeña” de 23 años a punto de recibirse de kinesióloga y coordina el ente sanitario en la Asociación Rural del Sur Pampeano. Creció y se crió en la ruralidad, desde que tiene memoria su historia está atravesada por lo agrario. Pertenece al grupo Mujeres Rurales Argentinas  y a la junta vecinal de su barrio: el trabajo social es uno de los  atributos que la caracterizan y la definen. “Yo soy una luchadora de la vida, mi viejo decía: hay que darle para adelante” comenta con orgullo debido a los desafíos que desde muy joven supo batallar. 

Los primeros recuerdos que tiene son de su infancia en el campo de los abuelos maternos, momentos memorables que  la conectan con quien es hoy. “Mi mamá cuenta que con 2 años, pasaba meses con mis abuelos.  Amo el campo, si me das a elegir, me quedo ahí”.  Aprendió desde pequeña el trabajo en la chacra de sus padres,  compartía los días con sus hermanas quienes juntas colaboraban en la recolección de manzanas,  peras y duraznos.  Frutas que eran destinadas para la venta o la elaboración de dulces y conservas que ellos mismos preparaban.

 A los 19 años tuvo la oportunidad de ingresar a la Asociación Rural del Sur Pampeano. “Nunca me voy a olvidar de las grandes personas que formaban la dirigencia en ese momento”, contó con emoción. En ese entonces, trabajaba y estudiaba magisterio “Lo hacía doble turno, me dividía entre la escuela, los chicos, la Asociación Rural y el campo”.  Ejerció la docencia por quince años, con tanta  dedicación que se mantuvo así, fragmentada entre ser la seño y una administrativa, hasta que le fue imposible continuar. Desde muy joven el amor que llevaba por sus semejantes la resignifica.

Recuperarse de una enfermedad como el cáncer de útero a los 32 años, fue otro de sus grandes desafíos “Tenía que arremeter en la vida, eso me dio una gran lección” añadió.  Esta pelea despertó en ella un ímpetu vital, la fortaleció y sumó a su deseo de cambio una nueva causa. Desde ese golpe, es otra, está llena de proyectos que la conducen a crecer en lo personal y en lo colectivo.

Como fruto de su esfuerzo, lucha y convicción, la propuesta para Coordinador del Ente Sanitario de Aftosa y Brucelosis en el sur de La Pampa, le llegó. “Me dieron esta oportunidad que como mujer era un cargo impensado, pero tenía  la convicción de que lo podía hacer”, contó. No fue fácil ponerse al mando de un sector integrado en su mayoría por hombres, pero con coraje y  fortaleza,  hizo de esta experiencia un logro exitoso “me costó  mucho, pero poco a poco fui encontrando mi lugar”. 

Las zonas que están bajo control de la dependencia de su organismo, son  ganaderas: 2 millones de hectáreas donde se centran, 330 establecimientos, de 650 productores que cuentan con 11 veterinarios y dos vacunadores. “La ganadería me encanta: es la producción más fuerte en esta zona y el motor de la economía regional” afirma esta  conocedora de su tierra y amante de la actividad.

Su sueño es liderar espacios de transformación. Aguerrida ella, se sumó a muchas de las manifestaciones del campo “ante todo soy argentina, en la 125, manifesté con una bandera al hombro,  amo mi país” recuerda sobre su  participación en esa marcha hace 13 años. Ansia una perspectiva de políticas públicas que fortalezcan la labor productiva “deseo que nos dejen laburar, que le saquen la pata al campo, es ahí donde está la capacidad de producir trabajo y alimento para nuestro país”.

Su misión  es la dirigencia y la militancia por las mujeres rurales. El desarrollo de su trabajo es un gran mérito en la lucha por acceder a estos espacios. Su bandera está puesta en seguir el camino de los dirigentes “de la Puta madre,” como los que tuvo ella cuando comenzó. Maestros que siempre le dieron la oportunidad de ser parte, independientemente del cargo que tuviera, a los 19 o a los 52. Mantiene la convicción que lo fundamental está ahí, en integrar y priorizar a la generación futura de productores.  “En nuestra zona tenemos muy pocos jóvenes que siguen el trabajo de la tierra como sus padres. La mayoría se van a estudiar y no vuelven. Necesitamos brindarles ese espacio, traerlos, al igual que a mí me lo dieron.  Son el futuro verdadero” Concluyó Liliana con esperanzas en vista de un  crecimiento venidero para la fruticultura, horticultura y la ganadería en una zona que se mantiene viva por naturaleza.  

Mónica Gómez

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