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viernes, 26 abril, 2024

Liderazgo: Se paciente y podrás manejar mejor las situaciones

Manejar tu impaciencia tendrá sus frutos como líder, pero no pierdas la velocidad.

 (Por Lic. Gonzalo Merlo)

Pienso que la espera debe estar en el top de emociones más difíciles de llevar adelante pero a la vez más propias del hombre, siendo por otra parte un claro signo de existencia. Quien espera, vive. Quien espera, desea…

Los líderes esenciales son esos que saben esperar. Por ejemplo, no se desesperan para que sus colaboradores maduren de golpe o den muestras cabales de un día para el otro de su capacidad para tomar decisiones extraordinarias. No. Son capaces de esperarlos hasta que comiencen a dar, paulatina y progresivamente sus frutos. Porque formar a otro es eso: es dar el ejemplo, es mostrar caminos, es iluminar pero también es dejar que el otro se anime a dar sus primeros pasos, pudiendo allí tropezar.

 

Los líderes impacientes no acompañan, porque piden resultados inmediatos. Y son pésimos eligiendo sucesores. Por lo general, se inclinarán con los más parecidos a sí mismos, dejándose guiar solo por mecanismos espejo. No saben distinguir a colaboradores importantes, si son tímidos o no encontraron la forma de visibilizarse ante sus ojos.

Por otra parte, el líder también debe aprender a esperar que las estrategias se desarrollen en terreno. Es tremendo para los equipos ir de un lado al otro, porque un lunes se les dice algo que, como no anduvo enseguida, se lo cambió y a la semana siguiente de nuevo lo mismo.

Esperar es comprometerse con el “mientras tanto”. Es decir, cada vez que una estrategia es diseñada o una idea nueva es examinada, hay que llevarla al mundo real y observar su propia dinámica. Debemos esperar cuando la cosa no funciona de inmediato y no torturarnos con el mandato de: “Si no anda, hay que virar rápido el timón”. No de nuevo. ¡Los mejores líderes son veloces para tomar decisiones, pero no mueven el volante todo el tiempo! En los últimos años, desde que se popularizó la palabra “proactividad” hizo creer a mucha gente que, para serlo, había que dar saltos todo el tiempo de aquí para allá. Y eso no es conducción, señores…

Déjenme también decir que no hay nada de pasividad en la espera… que lo diga Gandhi sino, quien hizo una estruendosa revolución utilizando palabras y gestos sutiles pero conmovedores y profundos.

El ruido, el movimiento permanente, los histrionismos no ayudan para nada a los líderes que pretendan ser distintos. Esta especie de vocación por ocupar en todo momento el centro de la escena impide que sean los colaboradores los reales protagonistas en la organización. El líder que pretenda serlo debe tenerlo en mente, y abogar todos los días por estar en el rincón, asistiendo a su gente y esperándola si ese día no quiere o no se siente con las fuerzas suficientes para batallar.

Acompañar, contener, sostener, escuchar, estar junto al otro es posible en un contexto de respetuosa espera en donde los tiempos de los demás pueden no coincidir con los míos. Y no soy quien para forzarlos.

Pero esperar es estar alertas por si algo viene a perturbar esa tranquilidad porque claro, el mundo no es ni estático ni previsible. ¿Pero sabes qué? La única manera de poder reaccionar con velocidad es si dormiste bien de noche. Es decir, para que un líder pueda accionar, encontrando las mejores formas en su realidad, es indispensable que haya aprendido a esperar, a tolerar los silencios, las dudas, las incomodidades… si es incapaz de apoyar la cabeza y dormir a la noche, porque sus preocupaciones lo llenan de pesadillas, entonces, la mejor receta sería enseñarle a esperar.

Finalmente, quiero también subrayar la condición aprendiente del que espera.

Todo el que, por ejemplo, inicia una carrera o compra un libro con intención de leerlo, toma un curso de algo nuevo entiende a las claras que no podrá alcanzar ningún final si no es al cabo de un tiempo. Entonces, el que espera está abierto al aprendizaje y vaya si eso es importante (de hecho, numerosos estudios consideran a la Learnability como la competencia clave para sobrevivir al futuro laboral de los próximos diez años).

 

¿Qué podríamos hacer para mejorar en esta especie de arte de la paciencia?

Pienso que es importante comenzar por el principio y no minimizar la cuestión con argumentos pueriles tales como: “Si quiero mejorar mi liderazgo, debería comunicarme mejor con los otros”, o “Es más útil para mí aprender Excel que esperar…”. Si no sabes esperar es muy difícil que puedas lograr cualquier resultado.

Luego, analizar cómo estamos en este asunto. Concretamente, si me reconozco como una persona que le cuesta mucho esperar o solo en situaciones puntuales. No valen aquí las respuestas rápidas (no te dejes engañar por tu propio síntoma).

Toma un tiempo para pensar. Siéntate en un lugar cómodo, toma una hoja en blanco y escribe de corrido y sin pensar mucho todas las situaciones que te dan impaciencia, esas en las que te cuesta esperar. Puedes anotar cosas del trabajo o de tu vida en general como por ejemplo: “No soporto que después de cinco años la mujer de pagos tarde una semana para armar la agenda y tenga que ir yo cada vez” o “Me saca de eje el tiempo que tardo para ir y volver de la verdulería”.

Y del otro lado de la hoja, lo contrario: todas las situaciones en las que el tiempo no importa, y fluye (“Jugar con mi hijo”. “Cocinar”. “Capacitar a los empleados nuevos…”).

Un segundo ejercicio, también con reminiscencias pictóricas, tiene que ver con dibujar lo que significa para ti esperar. Sin ninguna otra regla. Nuevamente, tomas hoja en blanco, lápices y da vuelo a tu imaginación de manera libre. No te preocupes que tu inconsciente irá guiando el trazo, sin miedo.

O bien, una buena variante para los que no les gusta el dibujo o se sienten incómodos con esa práctica, es buscar una analogía. Específicamente, se trata de asimilar la espera a un lugar, y describir todas sus características, con peculiaridades y detalles. Por ejemplo, podrá haber alguien que asimile la espera a una isla desierta, remarcando el sentimiento de soledad o desamparo. Y habrá otros que lo asimilen a un lugar cerrado, hermético, que nos permita pensar a la espera como algo claustrofóbico, de lo que es imperioso salir. Otros elegirán un avión, en el que dependen de otro (el piloto y su pericia), los otros pasajeros, que regulan hasta la posibilidad de ir al baño, la tripulación (de la que dependerá mi comodidad a bordo), etc.

La analogía nos ilumina de forma simbólica acerca de nuestras causas respecto de porqué la espera nos molesta tanto. Qué significa en nuestra fantasía inconsciente. Saberlo nos ayudará a hacer algo con esto desde una perspectiva lúdica y sin juzgarnos.

Lic. Gonzalo Merlo

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