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domingo, 28 abril, 2024

Incendios en Corrientes: Crónica de María Elvira

(Por Mónica Gómez)

“No somos un número o una estadística, somos familias que lo perdimos todo”. Así, con  esas palabras desoladoras,  María Elvira Usandizaga, productora de quesos y dulces regionales de la ciudad de Mercedes, Corrientes, una de las localidades arrasadas por el fuego, comienza el relato del extremo dolor que vivió al ver arder las 10 ha. de chacra que son el sostén de su producción.

El fuego en la provincia está consumiendo los campos desde hace más de un mes y medio y según el Servicio Nacional de Manejo del Fuego el porcentaje de la tierra afectada es del 9% de la superficie total de la provincia. A su vez,  el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), informó que los incendios rurales arrasaron con más de 785 mil hectáreas. Mientras los medios de comunicación se hacen eco de lo sucedido, de la desesperanza de la gente, de los animales huyendo de las llamas que alcanzan hasta los 2 metros de altura y de las devastadoras consecuencias ambientales que la tierra del chamamé vive por estas horas.

El establecimiento agro turístico de María Elvira se llama “Don Coco”, ubicado a 3 kilómetros de la ciudad de Mercedes por la RN 123, en el kilómetro 116, la misma ruta que lleva a la piedra Itá Pucú: “estamos a 3 km de la ruta 40, que es la que va a Carlos Pellegrini, uno de los portales del Iberá. Somos un emprendimiento familiar, tenemos un tambo y de él utilizamos la leche como materia prima. Elaboramos quesos artesanales, dulce de leche, licores y dulces y recibimos turistas, hace 25 años que vivimos en este campo. Este lugar perteneció a mi familia, yo nací aquí al igual que mis hijos”, comenta esta productora que, con 45 años y cuatro hijos, trabaja arduamente sin bajar los brazos, con la esperanza de que esta catástrofe termine pronto.

“El día que se inició el incendio en nuestra zona, desde la una del mediodía, estuvimos combatiendo en otros sectores. Fuimos a ayudar, porque en Mercedes hay 33 bomberos nada más, entonces la gente tiene que socorrerse. Apagamos el fuego en un sector del INTA, que está lindero con nuestro campo y en una casa quinta de familia. Cuando volvimos al establecimiento a cargar agua por las dudas, vimos que se había iniciado un foco, en la estancia que está frente a nosotros y desde ahí ya se cruzaba a una que está aquí al lado. Como a las 6 de la tarde terminamos de ayudar al resto. De ahí volvimos a nuestro hogar”, cuenta María Elvira, que vive esta desesperante situación en primera persona.

Y el desgarrador relato continúa: “nos fuimos hasta la ciudad a dejar a mi hijo en el local, un regional que tenemos en la terminal y cuando volvimos, con María Emilia, mi hija de 12 años y mi marido Javier Panozzo, ya todo el parque estaba quemado, envuelto en llamas. Lo primero que hice fue mandar  un mensaje al grupo familiar, porque tengo tres hijos más grandes, para que vengan a ayudar, solo les puse: vengan. Esa fue la única palabra que pude escribir en la desesperación, no sabía qué decir y mis hijos César, Victoria y Facundo automáticamente, como todo el día estuvieron ayudando a sofocar los incendios,  se lo imaginaron. Así que dejaron sus trabajos y llegaron acompañados de amigos y  familiares.

Después de horas tratando de sofocar el fuego, el pedido desesperado de ayuda surgió de la más pequeña de la familia: “En un momento mi nena María  Emilia puso en Facebook ayúdenme por favor. Sus amigos empezaron a compartir y en dos segundos mi casa se llenó de sobrinos, primos, parientes, conocidos, amigos y de gente que no conocía, luchando junto a mi familia para salvar lo poco que se podía. El fuego duró desde las 8:20 hasta las 3:30 de la mañana”.

La angustiante situación movilizaba a toda la familia: “en un momento la vi corriendo a Maria Emilia, lo hacía para salvar a sus conejos.  Me dice: mami, se me derriten las crocs, sacátelas, le respondo. Entonces, descalza, la miro  y le tiró un balde de agua y le digo: salva tus conejos que yo acá estoy para ayudarte. Entre el llanto y mis baldazos de agua, pudo salvar sus animales. Ella siguió llorando hasta las 3:30 de la mañana y lo mismo hizo mi hijo de 24, y mi otra hija que fue mamá hace poquito, a todos nos consumía el desconsuelo. Corríamos, ante el auxilio en un momento tan crítico, tan caótico,y ahí, vos ves, que el amor está. Que el acompañamiento de la familia, los hermanos y la contención es fuerte.  Eso es lo que te va a salvar del caos, del fuego, eso nos salva a nosotros.”

La crónica de María Elvira, de cómo se vive el incendio desde adentro, es devastadora: “pareciera que las llamas te fueran a abrazar de lo altas que son, el sonido del fuego es indescriptible, todo muy desesperante. Tenía miedo, mucho miedo, por mi familia y por todos los que vinieron a ayudarnos. Los chicos, cuando son jóvenes, no tienen conciencia. Al otro día salí a recorrer el establecimiento y encontré alpargatas quemadas, remeras prendidas fuego. Las tengo todas acá guardadas, los chicos mismos se sacaban su ropa para apagar las llamas. Lo que vivimos fue lamentable”.

La solidaridad del pueblo y la fuerza de cada integrante de las familias hacen que muchos correntinos estén al pendiente de estos focos de incendios y lleguen al auxilio del vecino.

“Si los incendios en la zona continúan, debido a que se empieza a saber que hay gente que quema a propósito y con la sequía que hay, que es extrema, se vuelve una cadena de destrucción masiva; yo lo viví, no podes parar el fuego, es imposible detenerlo. Los animales se salvaron de milagro, los primeros fueron los terneros que estaban todos en su Corral, pero no podíamos encontrar a las lecheras. En un momento uno de los chicos vio que estaban acorraladas en una esquina y les llegaba el fuego, así que, en una camioneta hidrante, un vehículo particular que tiene un tanque de agua con una manguera, pudo apagar el fuego en un pedacito y, así, las pudieron rescatar.  Entonces nosotros, gracias a Dios, pudimos salvar la casa y la hacienda, 20 cabezas entre vacas y terneros, producto de nuestro trabajo de 24 años, pero del campo no nos quedó nada. No es la primera vez que hay incendios pero sí es la primera vez que vivimos una cosa semejante y de esta magnitud. Esto es extremo”, cuenta María Elvira.

 

Un alud de esperanza que nace en el establecimiento “Don Coco”

 

Corrientes está  en llamas, El Iberá arde, el gobierno envió ayuda, los incendios no dan tregua, el campo correntino sufre. Se hacen colectas, donaciones de millones de pesos y figuras, muchas figuras. Titulares como estos se cuelan sobre la retina y no nos permiten ver más allá y sea cual fuere el punto del país en que estés, las cenizas de campo correntino nos sobrevuelan y no nos permiten respirar.  ¿Será nuevamente el dolor de esta provincia, el que nos haga reflexionar como país? Si Argentina entra en guerra, Corrientes la ayudará. Hoy a nosotros nos toca ayudar, darle un soplo de fe, en esta guerra que el pueblo de la provincia sufre, por falta de políticas, por la desidia de su Estado.

“Acá están mis sueños, nuestro proyecto, mi trabajo. Antes del emprendimiento, mi marido y yo nos dedicábamos a otra cosa. La producción  en “Don Coco” comenzó sin querer, diciéndonos desde un principio: tenemos la Chacra, hagamos algo. Con mucha constancia llegamos a lo que tenemos hoy, un lugar hermoso donde te recibimos con mucho cariño. Aquí hay dedicación porque el tambo es una tarea de todos los días, entonces, ahora mirar mi jardín y ver el campo destruido me deja sin fuerzas. Si este clima así sigue, nos vamos a recuperar dentro de tres años y medios, solo para volver a estar como estábamos hace una semana atrás. No le echo la culpa a nadie, ni al gobierno ni a la sociedad. Esto es una responsabilidad compartida, lo que me da impotencia es que no nos ponemos  a pensar que cuando quieran su lechuga no la va a tener, cuando quieran comer una verdura la van a tener solamente de exportación porque en Argentina no va a poder producir más. En este país no va a haber ni siquiera la semilla y de eso es de lo que no toman conciencia, y esa necedad, es peor que el fuego”.

La desolación general es dolorosa: “hace un rato volví de la ciudad y me encuentro con la gente que está muy triste: esa es la sensación que se vive en el pueblo de Mercedes, porque vos decís,  se te quemó tu casa y nosotros te ayudamos, te proveemos de la sábana y del colchón, pero sí se queman tantas hectáreas, ¿cómo haces para ayudar? ¿Cómo haces para contener al productor que se levanta los 365 días del año, a las 5 de la mañana -porque cuando uno trabaja en la casa no tiene horarios-,  ¿cómo haces para contener a ese productor?”, dice María, quien reconoce que la mejor definición para esta situación es: “un productor grande pierde mucho, un productor como nosotros, lo perdemos todo”.

La confianza puesta en el trabajo, es la mejor salida. “Este es un emprendimiento familiar pero manejado por esta mujer con la que estás hablando. Así que esa tierra va a crecer, producto de todas las fuerzas que tengo y te lo cuento para que te sientas orgullosa, no para que me halagues sino para que te sientas orgullosa de ser mujer. Crié cuatro hijos a los que admiro muchísimo y pienso salir adelante por ellos también”, reflexiona afirmándose con sus palabras.

Y continúa: “Dios me dio el don de ser madre, de que pase lo que pase lo tenés que superar. Miro al cielo con la esperanza de que llueva, miró con esas ganas de decir que no está todo terminado, de que esto va a mejorar. También tengo fe de que lo que está pasando es para pegarnos una cachetada, para decirnos que estamos haciendo las cosas mal. Empecemos de cero, pero hagamos las cosas bien: quiero creer que es así porque sinó, no sé dónde vamos a terminar, porque si yo no tengo esa ilusión, que les voy a enseñar a mis hijos”. Así concluyó María Elvira Usandizaga, quien más que una nota, me concedió el  privilegio de escucharla. La entereza que transmite, es la de una luchadora, que no pierde la esperanza, porque a pesar de todo, ella es una correntina, con raíces de campo.

                Mónica Gómez

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