(Por Mónica Gómez)
Las mujeres somos como abejas, el trabajo está en nuestra naturaleza, es el complemento entre la sociedad y la organización en las tareas diarias que llevamos adelante desde la concepción de un hogar. Somos como pulpos, capaces de hacerlo todo y es inimaginable las barreras que juntas podemos romper. Somos fuerzas y acciones en conjunto, una rebelión en marcha, activistas del trabajo y la libertad. Y juntas, somos como esas ruedas en movimiento a las que si te subís no las detiene nada. Con esa capacidad de mover montañas entendemos que para crear una mirada al futuro debemos encauzarnos del mismo lado, trabajar en equipo y formar redes, que contemplen los desafíos por venir. A partir de esa unión comprendemos que es ahí donde la sinergia cobra vida. Somos artesanas que sueñan con proyectos transformadores para nuestra sociedad.
Las historias de mujeres que transitan la ruralidad y se unen en un bien común para subsistir existe en cada rincón de nuestro territorio, las cooperativas, los mercados, las ferias y un sin fin de puntos estratégicos donde mayoritariamente son ellas las que impulsan el encuentran como un motivo para salir adelante. La historia de Liliana Bentos es una de esas, esta posadeña de 46 años nació en provincia de Misiones donde actualmente forma parte del “Grupo de Productoras La Unión”. Desde el 2017 trabajan en conjunto en la venta de bolsones que posteriormente son repartidos por dos voluntarios que hacen de nexo en esta cadena de comercialización. “Estoy en la ciudad, pero más al sur” así me dice Lili para describir su ubicación, y sí, ahí, a las afueras, por la ruta 213 donde el límite entre la chacra y el barrio, es un tanto estrecho, estas cinco vecinas se constituyeron de una manera organizativa para crear un sistema de ventas que solucione la variabilidad de las producciones individuales.
Los inicios de este proyecto se dieron a partir de las disminución del trabajo realizado por los hombres en algunas épocas del año, “Los hombres de nuestra zona, la gran mayoría trabaja en olerías y es un trabajo pesado para nosotras”, así cuenta Lili que desde esa mirada hallaron en la producción una alternativa de trabajo que sea liviano, rápido y de venta directa con el fin de contribuir al sustento familiar. Primero comenzaron con la huerta y las ventas a los vecinos, luego, esa red de comercialización dio el puntapié para que organizaciones sociales y gubernamentales se acerquen a ellas y les den la oportunidad de capacitarse. Este desafío fue la puesta en marcha para que pudieran acceder a herramientas, estructuras, insumos y sistemas de riego para el desarrollo de los invernaderos. Son muchas personas las que colaboran con este grupo que se vieron en la necesidad de producir alimentos, para su autoconsumo y con el remanente encontraron una salida laboral de efectividad. Este proceso corporativo es un denominador común en ellas, Marta Susana Romo, Maria Cristina Espíndola, Mirian Rivas, Graciela Alvez y Liliana Bentos constituyen un sistema que hoy se administra con eficacia brindando productos variados convirtiéndose en un tejido de contención y amistad.
Las huertas de cada una de ellas siguen la línea agroecológica, implementan el mantillo, las aromáticas y todos los procesos adquiridos en la formación, así como también los consejos de los técnicos y asesores, para que en el momento que puedan acceder a la certificación los productos tengan el valor que merecen. “No hay como la verdura que uno planta, así se sabe lo que se come” desde ese criterio Liliana refleja la autenticidad de sus productos.
Las mujeres podemos, si es cierto pero si junta entrelazamos nuestras fortalezas y las pasiones por un propósito compartido, el entramado se convierte en red, citó un gran consejo que de Dora Barranco en una charla dirigidas a Mujeres Rurales Argentina “Amuchencen y arremetan” y desde mi mirada Lili, Marta, Maria Cristina, Mirian y Graciela lo logran con éxitos.
