Quiero formar un hogar, de esos con sabor a nostalgia y olor a canela, donde al cruzar el umbral solo puedan entrar los sonidos chisporroteantes de una hoguera. En donde perduren las historias de una tarde de julio y de las cuatro estaciones florezcan malvones de color blanco. Uno que tenga en cada rincón lo que hay dentro del baúl de mi alma y que entre ladrillo y ladrillo se encuentren las sonrisas que cada invitado dejó como reseña. Que en ese refugio la música venga solo de guitarreadas de mis amigos y que la luz que nos ilumine sea la de las velas de los pasteles de cumpleaños. Que por fuera solo se queden los miedos y las tempestades y que en cada peldaño nos cobije una manta de tiernas palabras. Quiero construir un hogar a la medida de la naturaleza, con las piedritas de lo que fuimos y con una ventana en vista de lo que vinimos para cambiar.
La construcción de un hogar es la representativa de nuestro paraíso. Cuando a ese pedacito de tierra lo sentís vivo, significa que encontraste tu mundo en un lugar. Después de mucho andar Evangelina Mancuso junto a su pareja Mario Augsburger y sus hijos León y Ramón forman día a día su hogar, la chacra que está en Loreto, una ciudad muy cercana a la capital de Misiones, es donde fijan sus cimientos con bases agroecológicas. Esta productora, que nació en Vicente López al norte de la provincia de Buenos Aires, llegó a la tierra colorada hace ya más de trece años, y entre idas y vueltas, un paso fructífero por la ciudad reconoce que el camino transitado sirvió de experiencia para las conquistas que hoy hacen del lugar su cielo en la tierra. Impensado todo lo que el destino les tenía predeterminado como familia, aun así ella no dudo en hacerle caso a ese instinto natural y se sumergió a explorar la tierra que la adoptó. En su paso por la ciudad comenzó la carrera de Tecnicatura en Agroecología, ese impacto natural de las vivencias en la chacra que la había transformado, era solo una semilla de todo lo que vendría después. El deseo verde de un mundo mejor ya estaba en sus pensamientos, la necesidad de encontrar las respuestas prácticas de lo que no podía dejar pasar estaban en esa carrera. En nuestra charla la siento una mujer sólida que se responsabiliza por la construcción de una cadena social con vistas al cambio cultural de la producción de alimentos. Evangelina emigró a Misiones con un espíritu aventurero, llegó siendo una citadina y hoy es una montaraz. En su chacra diversificada, la producción sostenible y las técnicas empleadas en las diez hectáreas que la componen están bajo el proceso de prueba y error, pero con la firmeza y determinación de que cada paso es una meta a obtener. Hoy es otra más de las mujeres misioneras que mantienen su huerta y cosechan los frutales, construyen gallineros, crían conejos, preparan envasados y se sustentan con la venta de su producción. El valor que tiene su lugar y sus alimentos es en función de su trabajo y de su deber con el puntapié de un mundo mejor.
Motivada por lo aprendido es promotora de las redes de aprendizaje y enseñanzas, es una mujer muy observadora, curiosa y se orienta con los resultados de otros que la guían para enfocar lo óptico desde el acompañamiento de los procesos biológicos de la naturaleza, más que de las intervenciones manuales. Según ella, buscar esa relación predominante que se escucha al ver y conocer el suelo, la fauna, su entorno, el saber de tu vecino, descubrir qué es lo que hay detrás de tu hogar hace que uno sea consciente de lo que puede aportar socialmente a la comunidad. Todo cambio, toda transformación empieza de a poco, desde adentro y se avalancha sobre todo lo que hay a su alrededor. Por eso cree que forjar un espacio desde la ferias o encuentros municipales para que los productores agroecológicos mantengan la diversidad de producción y fomentar el consumo de muchas de aquellas alimentos que marcan una identidad territorial y son los cultivos por excelencia en la zona, son políticas viables y que requieren de la voluntad de todos. Involucrarse es compartir el conocimiento, aprender de los que ya lo vivieron, escuchar y transmitir las prácticas es formar red, plantar el camino hacia la conversión de lo que soñamos para el futuro del campo en el país. El cambio está en la unión y el conocimiento. Evangelina está inmersa en esa ola, forma parte del grupo de MUJERES AGROECOLÓGICAS DE MISIONES y de las CASAS DE SEMILLAS, agrupaciones que defienden la producción sostenible que brindan capacitaciones e instan a la conservación y circulación de semillas de calidad. Cree que formando lazos directos con una educación recíproca y con un acompañamiento desde el aprendizaje mutuo, el camino por transitar valdrá la pena.
Un hogar se vive y se siente reconfortante, así que la propuesta de la receta de hoy es la de un plato que no puede faltar una vez al mes y por estos lugares es la conjunción de todo lo que la chacra ofrece en abundancia.
Ñoquis de mandioca con salsa.
Necesito:
- Mandioca 700 grs
- Huevo 1
- Harina leudante 100 grs
- Sal
- Pimienta negra molida
Procedimiento:
Pelar la mandioca retirando la parte marrón y la primera capa blanca que la rodea (tiene 1 mm de grosor).Cortar a lo largo y retirar el filamento del centro. Hervir en agua con sal hasta que esté tierna. Retirar y hacer un puré pisando con tenedor. Mezclar con el resto de los ingredientes hasta obtener una masa con la que podamos hacer un chorizo fino de 1 a 2 cm de diámetro. Cortar, pasar por ñoquera o tenedor y hervir en agua con sal. Servir con salsa a preferencia y a disfrutar de los 29 en familia.
