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jueves, 28 marzo, 2024

A 10 años de la 125

Cualquiera que me conoce podría pensar que escribir sobre la 125 debería  ser algo fácil, creo que hasta yo lo creí. Sin embargo a la hora de hacerlo después de 10 años resulta no solo difícil si no también por momentos insoportablemente doloroso. Como quien recuerda un trauma por accidente, recordar y poner a flor de piel todo lo vivido se torna complicado. Durante todos estos días en que estuve armando la nota con testimonios por parte de quienes protagonizaron, hablé con muchísimas personas, con la mayoría hacía años no hablábamos, y todas las charlas que empezaban con una inmensa alegría por reencontrarnos terminaban con un nudo en la garganta, lágrimas y una extraña sensación. Tal vez porque quienes protagonizamos aquel momento somos conscientes de que modificó nuestras vidas para siempre, tal vez porque hablamos siempre de política y de lo que había que hacer, incluso actualmente, pero nunca tocamos el tema desde que nos pasó en la vida después, como lo superamos. Las imágenes  de los ¨piquetes de la abundancia¨ donde se nos veía parando camiones, haciendo asambleas, tractorazos, manifestando en el congreso o terminando de cantar el himno con el brazo en alto son solo instantáneas, pequeñas y fugaces instantáneas de un fenómeno empezó a gestarse mucho antes del 11 de marzo del 2008 y que aún hoy continúa. 

Cuando nos tocó pasar por situaciones críticas como amenazas, teléfonos intervenidos, fuerzas de seguridad sacándonos fotos, insultos, difamaciones, siempre nos apoyamos con gestos y palabras de aliento, siempre desde la unión como si fuésemos guerreros de alguna antigua tribu, pero nunca nos había pasado esto de relajarnos sabiendo que aquello que pasó hoy no existe en el horizonte (en las formas claro está) Y ahí en ese instante fue cuando empezamos a darnos cuenta de cuan heridos estamos aún, de cuento miedo, cuanta impotencia y si… también cuanto rencor nos quedó infiltrado en los huesos aunque no seamos conscientes de eso. Recién ahora empezamos a darnos cuenta de cuanto daño nos hizo resistir tanto tiempo en la trinchera y  resulta  que estamos llenos de cicatrices que no sabíamos que teníamos. Y  de a poquito y charlando vamos descubriendo porqué todavía dormimos con el cuchillo entre los dientes. Lo que pasó en la 125 fue el avasallamiento sobre una forma de vida, las retenciones a la soja se terminaron convirtiendo en el móvil que nos permitía mostrarnos, dar a conocer quienes éramos, como estábamos y que sentíamos. Eso se evidencia claramente cuando repasamos los puntos a lo largo y ancho del país donde había productores en las rutas, la mayoría de ellos jamás había visto un grano de soja. Pararon los de la fruta, los del vino, los de la carne, los de la leche, los de los cítricos, los de la miel… pararon todos, se sumaron todos y eso es algo de lo que nunca nadie quiso hablar fuera de la esfera agropecuaria. Aun hoy, 10 años después, los actores políticos y comunicacionales insisten en querer situar el tema como algo económico, y sojero (como tanto les gusta decir). Aceptar y analizar el fenómeno del 2008 es una tarea que ni los ahora miembros del gobierno (muchos de ellos dirigentes nacidos al calor de las gomas que se quemaban en las rutas) se atreven a hacer. ¿Por qué? Porque el sistema productivo argentino está quebrado, resquebrajado y solo sobrevive por espasmódicos golpes de suerte producto de los mercados internacionales y por la incansable obstinación de los productores que no dejan la actividad ni aun cuando pasan años en que se van fundiendo en cuotas, descapitalizándose para poder seguir un poco más. Aun hoy nadie se atreve a poner las cartas arriba de la mesa de lo que dejó expuesto la 125, como si fuera un paciente en la mesa de operaciones con el pecho abierto mientras todos miraban por dónde empezar.

Recordar es bueno, nos pone en valor, nos hace repasar todo lo conseguido para no ver el vaso medio vacío, pero también nos hace replantearnos la pasividad actual que vive la dirigencia agropecuaria y todos y cada uno de los actores del sector. Una vez más delegando la responsabilidad de convertirnos en el supermercado del mundo en un grupo de personas que, poco a poco van convirtiéndose en burócratas igual a los que se fueron, si, ya sé, ya sabemos todos que en este caso no nos quieren ver de rodillas, pero eso no significa que estén a la altura de las circunstancias, porque nosotros una vez mas no estamos a la altura de las circunstancias.

El 2008 marcó un quiebre en el pensamiento colectivo rural, después de eso nos la pasamos años con la guardia en alto. Nos tomamos 2 años de vacaciones, tal vez la mejor manera de recordar la gesta sea empezar a pensar juntos otra vez que modelo productivo queremos, como lo queremos y en qué plazo de tiempo podemos lograrlo. Tal vez es el momento de retomar aquellos debates de hacia dónde debería evolucionar el gremialismo agropecuario.  Que nunca más tengamos que vivir una situación como aquella, y para eso tal vez, este sea un buen momento para volver a abrazarnos como entonces, no solo para festejar, si no para proyectar como lo vamos a hacer de una buena vez por todas.

 

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