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Nueve de Julio
jueves, 28 marzo, 2024

La voz de los héroes

WP_20170328_002Malvinas: Entrevista a Sergio Brangeri. 

 

Por qué reniega del mote de Héroe; los homenajes de rigor y el olvido crónico; que les cuenta a sus hijas; un par de historias lindas de Malvinas.  

 

        Llega abril, y para los argentinos comienza “el periodo Malvinas”. Esa brecha de tiempo entre el 2 de abril y el 14 de junio, en la cual, desde hace 35 años, se recuerda el conflicto armado con Inglaterra. Homenajes, discursos de rigor, actos escolares, trabajos prácticos. Se invoca al espíritu Malvinas. Para los veteranos de esa guerra y para los familiares de los caídos, implica el recordar a la fuerza. Cada cual lleva esa mochila lo mejor que puede, aun cuando sigue siendo pesada a pesar del paso del tiempo. En 9 de Julio, los ex combatientes locales tienen en Sergio Brangeri a su voz cantante, algo que dice hacer paradójicamente con alegría, mas allá de lo que obviamente guarda en los rincones de su alma. Le propusimos una charla diferente. Y por supuesto, amable y dispuesto como es, aceptó.

 

SEMANARIO EXTRA – Otro 2 de abril. Recuerdos, volver a hablar de lo mismo. ¿Qué sentís después de tantos años?

SERGIO BRANGERI- Es reiterativo, si. El mes de abril es difícil, como lo es también junio cuando se acaba…Yo lo que te puedo decir es que la posguerra es lo más duro, el regreso, después de todo lo vivido, todos los años contando lo mismo, como decís vos…pero siempre con la verdad. Si, abril es tremendo.

SE- En tu caso, ¿te toca de manera distinta año tras año?

SB- Si, si…Teníamos 19 años, estuvimos 10 en silencio, desencontrados hasta con compañeros de menos de 100 kilómetros de distancia. Nos reencontramos recién en el 95. Y de ahí en adelante pasados los 30 años de edad, uno se va haciendo más fuerte. Pero también te cansa lo político, lo reiterativo, el reconocimiento solo en el 2 de abril. La falta de información…

SE- ¿En qué sentido?

SB- En general, porque hay cosas que la mayoría de la gente no sabe. Hay números que asustan en cuanto a los suicidios de posguerra.  ¿Yo? Con alegría, como dijiste, estuve 30 años en una institución como fue el Banco Provincia, que me conoció todo el mundo. Y muchos me veían y me decían “como podés estar acá, con una sonrisa”. Y eso fue por un conjunto de cosas que me ayudaron. Desde mi pueblo, La Niña, hasta médicos y distinta gente que me dio una mano. Así me tocó a mí. Pero también he ido a reuniones, en donde hubo compañeros que tenían a la familia en la casa haciendo trincheras. Y eso molesta mucho. ¿Qué te quiero decir con esto? No hubo un Gobierno que se interesase, y acá voy a ser reiterativo, en darnos un plan de salud para nosotros. Se podrían haber evitado muchas de estas bajas de la posguerra que es algo tan triste.

SE- Que sentís cuando llega esta época, comienzan los homenajes, los discursos de ocasión. ¿Cuál es el sentimiento?

SB- Si, si, es el discurso, el saludo y después nada mas…queda un silencio. Y eso no hace nada bien. Veo a compañeros de acá que estuvieron en Marina que no quieren hablar. Y el silencio también dice muchas cosas.

SE- ¿Y qué es lo que a vos te gustaría transmitirle a la gente?

SB- Hoy tengo una esperanza con este Gobierno, aunque no me caso con ninguno porque con todos fuimos bastante dejados de lado. A veces la gente se confunde porque te ven en determinado trabajo o con un auto, pero te repito, yo estuve en casas de ex combatientes que no viven de esa misma manera. Y eso tiene que saber la gente. Veteranos viviendo en hospitales, sin plan de salud, llevados allí por su familia, a esperar 4 horas para que lo atienda un psicólogo. Me parece que esa parte es fundamental. Mas allá de las pensiones, de las ayudas y reconocimientos que nos hayan dado o no y de lo que podamos cobrar de acá en adelante. Y la esperanza en este Gobierno tiene que ver con la intención de generar un nuevo padrón, no sé si este año o el que viene, porque fuimos 8 o 9 mil hombres a Malvinas, pero excombatiente hay como 15.000, y eso también molesta mucho, y no por la parte económica.  Hay una falta de respeto a los familiares de los caídos que son los verdaderos héroes. Hay otros que hoy son veteranos por no sé qué arreglo político. Por ejemplo, dotaciones de buques que no zarparon nunca.

SE- ¿A vos te molesta el reclamo de aquellos que fueron movilizados pero que no llegaron a estar en las islas?

SB- Si, totalmente. Hay una diferencia abismal. Yo fui movilizado y luego trasladado a Malvinas. Fuimos 26 de mi dotación, no todo el regimiento. No se puede comparar una cosa con otra. Yo te puedo decir que el viaje de aquí a Chubut fue un viaje de egresados. Donde podíamos estar calentitos, confortables. Allí conocí los calefactores. Pensá que en La Niña teníamos la estufa a leña. Comíamos bárbaro. Pero de ahí a Malvinas hay una diferencia muy grande. Hay cosas que no se trabajaron nunca. Y vuelvo a lo político. Años atrás llegaba al banco un hombre vendiendo bolsitas de residuos, y decía: “Yo estuve en Malvinas”. Y mostraba un carnet que lo podía haber hecho cualquiera en su casa. Y eso también molesta porque podía ser veterano o no, pero me llamaban de la Municipalidad preguntándome si lo conocía. Y ese trabajo no lo tiene que hacer uno. Faltaron muchísimas cosas, pasaron los años, 35, que son muchos para algunas cosas y pocos para otras.

 

En primera persona

 

        Héroe no es una palabra que Brangeri acepte para sí. La reserva para los 237 compañeros de armas que descasan en el cementerio de Darwin. Esos son los verdaderos. “Yo no me siento héroe”, dice Sergio,” Yo cumplí con una misión. Me siento orgulloso de ello y me emociona. Me emociona el abrazo o saludo que alguien te da en la calle, aunque no sea 2 de abril. Eso te da fuerzas. Las pequeñas cosas de la vida son las que te ayudan a llevar una mochila que es muy pesada”.

         Aun hoy en los días de tormenta, un relámpago o un trueno lo sobresaltan. Esas son noches en las que el descanso no es tan placentero. Despiertan los recuerdos dormidos. Ver tirar comida también es algo que lo incomoda. Pero a pesar de esas cosas, también está orgulloso por haber dado todo, con tan solo 19 años. Un bálsamo efectivo que aquieta los demonios internos.

 

SE- ¿Cómo viven tus hijas toda tu historia?

SB-  Es difícil. Se emocionan mucho, no podemos terminar una charla. Pero se habla poco en la familia. De hecho, ellos casi no van a los actos porque es muy duro. Yo les trasmito algunas cosas, no todo, porque son cosas muy tristes. Puede servir, a los chicos. Yo soy fanático de que se instale en las escuelas. Hace unos años acá se hizo un trabajo muy lindo en todas las escuelas. Me gustaría que nos aprovechen, para transmitir nuestras vivencias. Que se hable del tema, que se naturalice. Que sepan que uno dio todo y creo que también es un homenaje para los quedaron allá. Contar esto en primera persona.

        Todas estas vivencias y recuerdos, Sergio decidió volcarlos en un libro, trabajo que esta completo en un 70%, pero que hoy reconoce estar “un poco haragán”, culpa quizás de un cierre por el momento esquivo. Pero piensa terminarlo. Hay días en los que se sienta a escribir y las memorias fluyen a través de las teclas de la computadora. Otros, la cosa cuesta más, mucho más. Como le pasa con Malvinas.

 

 

El lado positivo de Malvinas

 

        Puede sonar contradictorio, pero en general siempre hay una nota de color en la historia más trágica. Un rayo de luz en la noche más oscura.  Así como en el Regimiento en Chubut conoció y disfrutó de un calefactor, recuerdo calificado como lindo, también hubo otros.

“El viaje en tren hasta el sur fue hermoso. Pasar por Buenos Aires y que de una villa salga gente y te tire pan casero, fue algo muy fuerte. Y en las islas había guitarras y fogones”, recuerda Brangeri. Y hay más:

“Pero te puedo contar una cosa simpática que ocurrió en el vuelo que nos llevó del continente a las islas. Volamos a muy baja altura, para evitar posibles radares, con el agua de las olas salpicando las ventanillas del Hércules C-130. Yo iba tranquilo, aunque muchos aun hoy no me creen, y a mi lado iba el soldado Ferrer, de Rojas, un muchacho muy vago, que estaba muy entusiasmado y frotándose las manos me decía: “Sergito, si me vieran los muchachos del Club!”. Lo disfrutaba. Y después en Malvinas, fue distinto, estábamos muy ocupados, siempre haciendo algo y si te descuidabas venía algún Jefe y te golpeaba el casco o tenías que tener cuidado si ibas a buscar algo a otro regimiento por la costa porque estaba toda minada”.

        Sergio Brangeri prestó servicios en el Regimiento de Artillería 101 de Junín y tenían un cañon de largo alcance, dueño de un estruendo muy particular que se hacia oír a varios kilómetros a la redonda en las islas, y que cada disparo generaba un “sapucay” de un grupo de soldados correntinos. Ese fue el primer cañon argentino en combate, algo reconocido inclusive por los historiadores británicos. Y esa es una medalla que Brangeri si se cuelga con orgullo.

        Un arma que daba trabajo. Difícil la tarea de fijar esos 8 mil kilos en una turba inestable. También recuerda con cariño lo útil que fue para ellos un camión Mercedez Benz UNIMOG, típico vehículo militar de aquella época, similar a uno pintado de rojo que hoy forma parte de las unidades del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de 9 de Julio y que su Jefe, el Comandante Márquez aun no cumplió con la promesa que le hizo a Sergio de llevarlo a dar una vuelta en el.  

        Brangeri llegó a Malvinas de tardecita y recuerda lo difícil que fue aterrizar en esa pista que ya estaba bastante cascoteada por los bombardeos ingleses, dirigidos a inutilizarla. Y al descender del avión se encontraron con los primeros soldados heridos que fueron subidos al mismo avión que esperaba motores en marcha para volver al continente.

 

SE- ¿Cual es el legado que Sergio Brangeri quiere dejar? 

SB- Que se valorice al veterano. Que se recuerde a los caídos. Que el 2 de abril no sea una fecha más, que sea como el 25 de mayo o el 17 de agosto. Yo creo en la gente, falta la otra parte, la política, pero ya estamos un poco curtidos. Y quiero agradecer a mi pueblo La Niña, porque yo volví muy mal y me ayudó el Doctor Leal, el médico rural que hizo de psicólogo y de mucho más. También el Doctor Eduardo Rodríguez y su esposa Beatriz Forte, que me han sacado de momentos muy duros. Y Miguel Oyarzábal, que fue quien me hizo entrar al Banco Provincia, se jugó por mí casi sin conocerme y creo que le hice honor. Pero siempre lo recuerdo, al igual que a toda su familia.

SE- ¿Vos ahora podés disfrutar?

SB- Si, disfruto muchísimo. Creí que iba a ser distinto, pero no. Me hizo bien.

 

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